domingo, 28 de marzo de 2010

Jaca (y IV)

El cuarto y último día, para nuestra desgracia, se confirmaban los presagios del parte metereológico que habíamos visto el día anterior. Consultando las correspondientes páginas web de las estaciones del pirineo aragonés, íbamos viendo como una tras otra caían en el saco de las descartadas. Astún y Candanchú abrían al mínimo y con mal tiempo, tanto como para descartar el acercarnos incluso teniendo forfait gratis para la segunda. Panticosa presentaba un aspecto similar y aún con más kilómetros abiertos no presentaba un panorama suficientemente apetecible. Formigal estaba directamente cerrada. Nuestro último día de nieve iba a ser sin nieve.
Convinimos bajar a desayunar para darle un poco de tiempo al clima para que se asentase, confiando en volver a la habitación a mirar el ordenador y ver un sol radiante en las webcam de alguna estación. Saciamos el apetito con un opíparo desayuno, como las mañanas anteriores, por si se cumplían nuestros deseos y necesitábamos una buena reserva de energías. Sin embargo, nada cambiaba en los partes informativos a nuestro regreso.
Había que elegir un plan alternativo porque volver a casa sin aprovechar ese día se nos antojaba casi pecado. La opción de ver la ciudadela fue descartada de inmediato. Si cuando podíamos nosotros, ella no nos dejaba, ahora que estaba abierta a las visitas íbamos a ser nosotros los que le diéramos calabazas. La balanza se igualaba y quedábamos en tablas para la próxima vez.
Después de recoger las cosas y organizar la furgo para el viaje, pagamos la estancia y los forfaits y nos acercamos hasta el Paseo de la Constitución. Al final del mismo dejamos la furgo aparcada porque queríamos ver el puente de San Miguel, que cruza el río Aragón. Sin embargo, vimos que el paseo podía suponer un par de kilómetros andando a una temperatura de -6ºC. Decidimos que la recompensa no era suficiente para pasar ese frío.
Dejando atrás un nuevo destino pasábamos a buscar otro. No sería otro que el Monasterio de San Juan de la Peña. Lo teníamos de paso hacia Logroño y es un punto singular muy recomendable de ver.
Salimos de Jaca en dirección a Pamplona por la N-240, que seguimos hasta la A-1603 que lleva a Santa Cruz de la Serós. En el cruce ya aparece un cartel informativo para indicarnos la ubicación del monasterio. La carretera comarcal se encontraba en obras a la altura del pueblo mencionado cuando pasamos nosotros y el frío se manifestaba de un modo muy evidente en los montes que nos rodeaban.

Accedimos primero al Monasterio Nuevo, levantado a raíz del incendio que en 1675 arrasó el original durante 3 días y acabó con la habitabilidad monacal del mismo. Diseñado por Miguel Ximenez, su construcción se prolongó hasta el inicio del siglo XIX y nunca llegó a ser acabado. Representa perfectamente la construcción de la época moderna por su simetría y aprovechamiento de espacios. Destaca con luz propia la fachada claramente barroca por la profusión de detalles que contiene y en cuyas hornacinas aparecen representados San Juan Bautista, San Indalecio y San Benito.

El edificio ha sido recientemente sometido a una profunda rehabilitación a cargo del Gobierno de Aragón ya que llevaba en desuso desde el año 1835 en que fue abandonado. Además de los centros de interpretación a los que se ha destinado su interior (del Reino de Aragón y del Monasterio de San Juan de la Peña), alberga una hospedería con categoría de hotel de 4 estrellas.
Después de echar un ojo por el exterior decidimos bajar a ver directamente el monasterio viejo. Por unos 12€ obtienes un pase para ver todo el conjunto pero preferimos ahorrarnos la mitad y ver detenidamente el Real Monasterio. Por ese importe puedes acceder al interior del curioso edificio cubierto por la roca que le da el nombre. Con un origen supuesto en el siglo X, se levantó en honor a san Juan Bautista pero a principios del siglo XI, Sancho el Mayor, lo refundó dándole su nombre definitivo: san Juan de la Peña. En esa época alcanzó gran reconocimiento convirtiéndose en panteón de reyes y monasterio predilecto entre la monarquía aragonesa.

En su estructura cabe destacar la iglesia prerománica, el Panteón de Nobles y el Panteón Real, la capilla de San Victorián y, ante todo, el claustro románico. Se aglutinan pues entre sus paredes variados estilos de construcción dependiendo de la época por la que atravesaban sus diferentes ampliaciones.



Eva y yo estuvimos cerca de tres cuartos de hora observando y aprendiendo cosas de ese lugar a una temperatura de 6 ó 7 grados bajo cero. Tengo que reconocer que volví a la furgoneta con un dolor de espanto en las manos por el frío. Quedamos impresionados con las diferentes estancias del monasterio, evocando las vivencias que tuvieron lugar durante los diez siglos de existencia de ese edificio de techo natural. Las charlas en la sala de concilios, los oficios en las iglesias, los paseos meditabundos alrededor del claustro,...
Finalmente, más motivados por la climatología adversa que por la ganas de partir, pusimos fin a la visita y con ello prácticamente al viaje, emprendiendo la vuelta a casa pasando por Pamplona. Pero llegar hasta la capital navarra no fue cosa fácil. La madre de Eva ya nos avisaba por teléfono de que una tormenta de nieve parecía venir por el Norte de la península y nos dimos de bruces con ella antes incluso de alcanzar la autovía. Tuvimos que hacer un buen número de kilómetros rodando en grupo con otros vehículos a unos 40km/h porque nadie se decidía a adelantar.

Al paso por Pamplona el temporal parecía perder intensidad pero ya había causado estragos en forma de accidentes. Llegamos a contar cinco solo en el tramo más urbano.
Conseguimos mantener un ritmo más o menos ligero hasta más allá de la mitad de camino hacia Logroño que es cuando volvíamos a ver el sol, que se ponía a brillar y calentar como si la tormenta que veíamos por el retrovisor nunca hubiera existido.

martes, 23 de marzo de 2010

Jaca (III)


Nuevamente nos levantábamos más o menos temprano, para desayunar y poder subir a la estación desde el primer momento del día. Pero esta mañana el desayuno iba a ser más multitudinario, ya que un buen montón de franceses, quizá en un viaje de trabajo, se alojaban en el hotel y eligieron la misma hora que nosotros para hacer la primera comida del día.
Nosotros a lo nuestro, coger bien de fuerzas para poder aguantar el mayor tiempo posible sin hacer paradas. Así que tostadas, fruta, algo de chocolate (unas napolitanas pequeñitas que estaban buenísimas) y el café, para tener energía y no hacer hambre en un buen rato.

Día 3: Jaca - Candanchú (retorno igual)
Distancia: 30 km // Tiempo: 25 min // Consumo: 3 L
Combustible: 2,84 € // Peajes: 0,00 € // Total: 2,84 €
Alojamiento: 0,00 € // Alimentación: 50 € // Varios: 0,00 €

Nos volvimos a poner en carretera con ganas de llegar pero con calma, que las prisas no son buenas. Y en esta ocasión quedó ampliamente demostrado. Avanzábamos por la N-330 detrás de un autobús que posiblemente llevaba dirección a las estaciones como nosotros. Circulábamos con un ritmo tranquilo y dejando una prudente distancia de separación; desde que tengo la furgoneta mi forma de conducir es mucho más tranquila y previsora, se trata de una aparato de más de 2 toneladas poco estable y difícil de parar.
En un punto de bajada en recta en la que se podía acelerar un poco vimos como el spoiler superior del autobús se desprendía por completo y salía volando hacia nosotros. La suerte quiso que se soltase primero de un lado, el izquierdo, y después del otro, el del arcén, con lo que salió disparado hacia el borde de la carretera y pudimos sortearlo con un ligero movimiento hacia el centro de la calzada, pero si la trayectoria del elemento hubiera sido más centrada en el carril, nuestra luna (y quizás nosotros mismo) no seguiría entera. Fue un susto bastante grande y en la primera zona de adelantamiento permitido, rebasamos al vehículo a la par que le pitábamos y hacíamos indicaciones de que había perdido parte de la carrocería. Desconozco si volvió para recuperarlo o no.
Hicimos una breve parada en Canfranc, a visitar la Estación Internacional que se encuentra en restauración y sólo pudimos ver por fuera. Se trata de la segunda estación más grande de Europa detrás de la de Leipzig, en Alemania. Son 241 metros de largo con 300 ventanas y 156 puertas dobles y se levanta entre las colosales montañas impresionando al visitante que pasa frente a ella.

Se levantó entre 1915 y 1925 en acuerdo con el gobierno francés, en un intento de simbolizar la modernidad del nuevo siglo. En los años cuarenta vivió un periodo de cierre de 4 años a raíz de las diferencias entre el nuevo gobierno liberal de Francia y el ejecutivo militar de Franco. En esos años cobró un negro protagonismo, al ser parte fundamental de la ruta para el intercambio de volframio gallego con los nazis de Hitler, que se vio revertido en unas 20 toneladas de oro.
Desde 1970, año en el que un puente se derrumbo al paso de un tren de mercancías en el lado francés, el gobierno de este país decidió no utilizar más la línea y la estación permanece cerrada. En la actualidad, como ya apuntamos, está en restauración (la cubierta ya ha sido rehecha) pero el estado de conservación interior es muy malo. Aún así, la estampa que deja a los ojos del que se acerque es espectacular, y más con el paisaje nevado como nos tocó a nosotros.
Cuando llegamos a la estación el panorama era mucho más halagüeño que el día anterior. Se veían algunas nubes en las cotas más altas pero, en general, se veía bastante cielo y daba la impresión de que el día levantaría y se quedaría muy agradable.

Nos vestimos y preparamos el equipo tranquilamente, con cuidado de mirar todos los tornillos uno a uno para no repetir el susto del día anterior. Comenzamos nuevamente en el sector Tobazo, haciendo la pista completa desde de la cota superior, y después decidimos pasar de nuevo hacia la otra parte de la estación. Sin embargo ese día no iba a ser posible. La acumulación de nieve y el viento forzaban a mantener cerrado al público Rinconada y la Zona Tuca, con lo que tuvimos que pasar el día entero en las mismas pistas .
Como el tema de investigación no daba para mucho invertimos algo de tiempo en buscar puntos divertidos en los pocos kilómetros que teníamos a nuestra disposición aunque, dada la fisionomía de Candanchú, no había mucho donde rascar. Un par de puntos donde levantar nieve acumulada, dos pequeñísimos cortados y un ventero que se podía aprovechar como rampa y que nos hizo a los dos sentir la nieve dentro de la ropa un par de veces.
Acabamos pronto el tiempo de snowboard, en torno a las 14:00. Eva tenía dolores en la rodilla y lo mejor que podíamos hacer, visto el plan que había, era guardar fuerzas para el día siguiente. Lo único que hacíamos si no, era subir y bajar siempre las mismas pistas y arriesgar a que se lesionara seriamente.
Antes de ir a Jaca paramos junto a la Torre de los fusileros.

Es una construcción de sillería de planta elíptica defendida con un foso, guardando un cierto parecido con las fortificaciones medievales que todos tenemos en la imaginación. Se levantó con motivo de la ejecución de la nueva carretera que sustituía el camino de comunicación con el país vecino. En la vertiente francesa, la carretera estaba guardada por el fuerte de Portalet, lo que dio lugar al término de la carretera a este lado de la frontera, en 1876, a levantar dos torres gemelas de la que solo queda en pie la que se ve en las fotos. Este proyecto del comandante capitán José San Gil alojó a 25 hombres cubriendo todas sus necesidades.
En la actualidad se está buscando un uso digno para la torre, que se mantiene en su emplazamiento original gracias a la intervención de los vecinos reclamando que no fuera trasladada por piezas a otro lugar.

Era un día frío y el viento sopla fuerte en ese punto tan estrechamente franqueado por las montañas, así que hicimos la correspondiente visita y nos fuimos a buscar el calorcito de la habitación del hotel.
Después de comer algo y darnos sendas duchas, nos permitimos el lujo de acostarnos un rato para mantener intactas las energías. Con el conocimiento de que el horario de visitas de la ciudadela acababa a las 19:00, hicimos cuentas para intentar estar allí por lo menos con media hora de antelación. Con una visita rápida nos valía. Pero estaba visto que en este viaje no íbamos a poder verla. Eran las 18:30 sin dar cuando veíamos delante de nuestras propias narices como cerraban las puertas hasta el día siguiente. Y como nosotros otros 2 ó 3 grupos que tenían intención de acceder al recinto.
Así las cosas empleamos algo de tiempo en ver y fotografiar los ciervos que hay en el foso de la ciudadela de la que no cuento nada en esta ocasión por que hemos hecho mala leche al no poder visitarla. Habrá que volver en otra ocasión para conocerla por dentro.

En vista de que por tercera vez se truncaban nuestros planes, dimos un paseo para hacer hambre antes de la hora de la cena. Sin mucho entusiasmo puesto que ya habíamos recorrido casi la totalidad del casco antiguo en los días precedentes, caminamos arriba y abajo hasta que consideramos oportuno ir al restaurante del primer día, el Aledaños.
Cenamos fuerte, quizás demasiado, a base de una tosta, un bocadillo de lomo y queso, unas bravas y unas croquetas al cabrales. Todo muy bueno y con un coste de menos de 25€ acompañado con un par de rondas de bebercio para cada uno.
Con un pequeño paseo de vuelta al hotel dimos por terminada la jornada, algo fastidiados por quedarnos sin ver la ciudadela a la que tantas ganas le teníamos antes de llegar.

martes, 2 de marzo de 2010

Jaca (II)


Este era nuestro primer día de nieve, así que intentamos madrugar un poco sin llegar al punto en el que nos costase demasiado esfuerzo. Teníamos 3 días de forfait reservados así que se podía plantear de manera que todos los días pudiésemos hacer snow en buenas condiciones, sin darnos la paliza. Conseguimos ponernos en pie a las 8:30 y bajar a desayunar al buffet libre del hotel, donde cogimos fuerzas para el día a base de tostadas saladas y dulces, bollos, zumo y café.
Volvimos a la habitación para terminar de prepararnos, tampoco muchas cosas ya que todo el material estaba en la furgo para no andar subiéndolo y bajándolo. Lo que sí teníamos en la habitación era la nevera portátil que teníamos permanentemente conectada en el enchufe del baño de la habitación, el cual descubrimos que permanecia con tensión incluso al sacar la tarjeta de entrada. Esto nos permitía tener algo de fruta y unos batidos siempre frescos.

Día 2: Jaca - Candanchú (retorno igual)
Distancia: 30 km // Tiempo: 25 min // Consumo: 3 L
Combustible: 2,84 € // Peajes: 0,00 € // Total: 2,84 €
Alojamiento: 0,00 € // Alimentación: 45 € // Varios: 0,00 €

El trayecto a Candanchú es rápido y razonablemente cómodo teniendo en cuenta la orografía por la que nos movemos. Salimos a buscar la N-330 que lleva dirección Francia y en Canfranc nos desviamos hacia la estación.
Se trata de la estación más veterana de España, lleva abierta desde 1928, e integra las dos modalidades de esquí (nórdico y alpino) en sus instalaciones. Está situada en la cabecera del río Aragón, junto al puerto de Somport y goza de unas increíbles vistas en uno de los enclaves más bonitos del pirineo aragonés.

Cuenta con 39,5 kilómetros esquiables en 44 pistas que salvan un desnivel de 800 metros, que al estar totalmente rodeados de montañas y con una buena orientación, garantizan un buen nivel de nieve durante toda la temporada.
El pueblo de Candanchú se encuentra a pie de pistas y, en condiciones de mal tiempo atmosférico extremo, la estación cuenta con una zona de seguridad. En nuestro primer día no tuvimos es mal tiempo, pero sí bastante niebla a partir de la 1.800 aproximadamente, con lo que desde las cotas superiores la visibilidad era bastante reducida. Lo que se encontraba en unas condiciones muy buenas era la nieve que no había caido hacía más de 2 días.

Empezamos el día en la zona de Tobazo. Rápido nos dimos cuenta de la gran diferencia que existe en pendientes con Valdezcaray, que es la estación que más frecuentamos. Yo ya había visitado estas pistas unas semanas antes, pero debido a la fuerte lluvia que me cayó ese día no pude catarlas en condiciones.
La parte alta de este sector es más moderada, pero la última pala que engloba las pistas Tubo Olla y Stadium Slalom, alcanza una inclinación del 48%. Por si alguien no lo sabe, las pendientes se suelen medir de dos formas: expresando el ángulo que forman con la horizontal en grados o, como en el caso anterior, dando el número de metros que se avanza en vertical para cada 100 metros en horizontal.
Se notaba la ausencia de gente en pistas al ser un día de entre semana. No hay nada mejor: poco agobio, sin esperas y con la nieve casi sin tocar. Disfrutamos de las circunstancias, dedicando un el principio de la mañana a surfear más que a ripar por las pistas. La estación está más enfocada al esquí que al snowboard y no es tan fácil encontrar spots donde practicar figuras. Además las pronunciadas pendientes tampoco dejan mucho margen a los trucos de suelo.
A media mañana nos llegó el momento de suerte, mientras esperábamos un telesilla. Sin que nos hubiéramos dado cuenta, una de las cinchas de las fijaciones de Eva se había desprendido y un hombre nos avisó y nos la acercó. Lo malo es que también faltaba el tornillo de sujección que se había caído en la nieve y dábamos por perdido... pero que encontramos y pudimos volver a montar.
Subimos hasta la cafetería de Tobazo a tomar un caldo calentito para quitarnos el frío del cuerpo. Fue una parada rápida para atrevernos a cambiar hacia el sector Rinconada. Encontramos la pista con un cartel que rezaba "Solo expertos" y con una niebla bastante cerrada. Entre que yo ya había bajado esa pista el día que vine por primera vez y que un monitor que llevaba un grupo no permitió que les siguiéramos para ver por dónde íbamos, nos animamos a bajar.
Es una pista bastante bonita y una de las que más juego permitieron ese día. Salvando un tramo en el que la inclinación ronda el 45%, no hay mayores complicaciones, y contábamos con el buen estado de la nieve. Eso sí, hicimos este tramo más empinado casi a ciegas. Solo eramos capaces de distinguir los palos rojos que señalaban la pista y que nos daban una idea de por donde debíamos avanzar.
Ese sector de la estación se encontraba en peores condiciones climatológicas, la niebla había agarrado con fuerza en los picos que tiene encima, la zona Tuca, y nos bajamos a mitad de telesilla para volver hacia la zona de Tobazo que era la que mejor se encontraba. Aquí vino uno de los momentos que más queríamos retrasar: coger una percha. Es una tarea sencilla con los esquíes pero la tabla te complica la vida en este tipo de remonte. Decidimos que lo mejor que podíamos hacer era probar e intentarlo hasta que nos saliera... y, no sé si por suerte o por habilidad, en el primer asalto llegamos hasta arriba. Será uno de los momentos de más alegría del día sin lugar a dudas.
No alargamos mucho más la jornada, un café en la zona de Pista Grande y unas cuantas bajadas por Tobazo pusieron fin al tiempo de nieve de ese día. Como ya he dicho, más valía repartir fuerzas para los días siguientes que pegarse la paliza el primero.
Antes de subir a la habitación, hicimos una breve parada para surtirnos de alimentos que no conllevaran preparación: pan, yogur, algo de embutido, agua,... De esta manera podíamos solucionar una merienda improvisada fácilmente o llevar comida a la estación para no para a comer.
Nuestro tiempo en el hotel dio para una ducha, un picoteo con lo que habíamos comprado y una corta pero reparadora siesta. Teníamos la clara intención de aprovechar esa tarde para ver las cosas más interesantes de Jaca... pero eso no entraba en los planes de los Príncipes de Asturias. Digo esto porque precisamente ese día se encontraban en la capital de Jacetania con motivo de la inauguración del Año Santo Compostelano.
Multitud de indicios denotaban tan insigne presencia: un helicóptero enorme en la Escuela Militar de Montaña, las calles adornadas, gran presencia policial en todas las esquinas, las furgonetas de diferentes cadenas de televisión,... Nosotros en principio no entendimos semejante alboroto, algo pasaba pero estábamos de vacaciones y nada nos iba a molestar.

Nos pasamos por la Oficina de Turismo, a hacer el habitual acopio de planos y folletos informativos. El chico que nos atendió nos propuso varios itinerarios por la ciudad y la obligada visita a la ciudadela y pasó a darnos información del entorno. No hay mucho más que ver en Jaca para ser sinceros, de hecho hasta nos invitó a pasarnos a ver el Pabellón de Hielo como una visita cultural más. Fue él precisamente quien nos avisó de la presencia de Sus Majestades y que no podríamos ver la ciudadela por dentro. Habría que esperar al día siguiente.
Decidimos volver a recorrer la parte vieja de la ciudad, intentando alejarnos de la zona de afección de la noticia para no vernos envueltos en ninguna charana.

Nos acercamos a la iglesia de San Ginés y San Salvador. Se trata en realidad de dos edificaciones: la iglesia alta o de San Ginés y la subterránea, la de San Salvador. Ésta es una estancia cubierta con bóveda y adornada con pinturas románicas. En 1579, la cofradía de San Ginés, donó a las monjas Benedictinas la iglesia alta, de la que sólo se conserva de su fábrica original la fachada románica, habiéndose reformado el resto en 1730.
Pasamos por delante de su entrada y la rodeamos saliendo por la avenida Oroel, donde se encuentra el alto campanario perfectamente conservado.

Continuamos por esta calle, desde la que se tiene una visión elevada del conjunto de la ciudad más moderno y turístico. Dimos un paseo sin dirección y luego nos acercamos hasta la Torre del Reloj, que el día anterior no habíamos fotografiado. Construida para ser una cárcel tras el incendio que arrasó Jaca, pasó por las manos de diferentes nobles y volvió a desempeñar el papel de cárcel, antes de acabar convirtiéndose en la actual Torre del Reloj, con objeto de no depender del horario de la catedral. Además, actualmente, acoge la Comunidad de Trabajo de los Pirineos.

Poco a poco habíamos hecho tiempo para la hora de la cena, o merienda-cena mejor dicho, ya que esos días adelantamos la hora de cenar para poder ir a la cama con la digestión bien hecha y un poco antes de lo normal. Buscamos por la zona de la Avenida Primer Viernes de Mayo, cual era el sitio que más nos convencía, intentando aunar calidad y buen precio. Nos decidimos por el Pilgrim Café. El local es muy bonito tanto por dentro como por fuera y cuando entramos para ir echando una caña previa a la cena, estaba hasta la bandera. Típico lugar de encuentro después de la jornada de trabajo.
Elegimos una mesa junto a una ventana que marcó la temperatura a la que estaríamos todo el tiempo. Mientras pasábamos algo de frío la gente empezaba a abandonar el lugar y decidimos pasar a comer. Nos movimos a la parte que tienen como restaurante, al fondo, más cercana a la cocina. No quedamos muy contentos con la comida: mi hamburguesa era muy pequeña y algo sosa y la ensalada de Eva era más abundante pero no nos terminó de convencer. Los precios, además, algo más elevados que los que tuvimos la noche anterior.
Volvimos para casa airosos, sin tiempo para bajar un poco la cena, porque el frío que hacía a esas horas no invitaba a andarse con rodeos. Como siempre, en la habitación, un poco de televisión y a dormir.