Nuestra iniciación a la escalada en roca en esta misma escuela nos llevó a comprar algo de material para poder salir con independencia. Y, viendo un hueco bastante aprovechable en la meteo, estrenamos el equipo en un nuevo finde de escalada en Anguiano.
Nos plantábamos bajo el sector El Molino, tres insensatos con experiencia cero. Ante estas circunstancias y demostrando que somos más cautos de lo que pudiera parecer, decidimos acometer una de las vías más fáciles por grado de las que se pueden encontrar en toda la escuela: la vía El Molino, cotada de V.
Se trata de una vía fácil, no demasiado larga, unos 20 metros, con agarres buenos y con las chapas muy juntas. Pero iba a ser la primera vez que todos los presentes nos íbamos a enfrentar a subir una vía en roca de primeros y lo haríamos sin contar con la presencia de alguien con más experiencia.
Aparcamos justo debajo de la pared, preparamos el material y nos acercamos a pie de vía. En suelo firme y con tranquilidad, repasamos la teoría e intentamos prever los posibles contratiempos que nos pudieran aparecer. Una vez que nos sentimos seguros y preparados, nos vestimos los arneses, cogimos todo el cacharrerío y nos acercamos a estudiar la vía.
El comienzo, que era lo que más miedo me daba por la posibilidad de que una caída te llevase hasta el suelo, parecía bastante asequible. Como en ese momento yo era el más motivado (la situación de los otros, por enfermedad una y por falta de sueño otro, era más delicada) inicie la vía, pensando en bajar una vez puestos los 3 primeros seguros. De esta forma, todos podríamos tener la sensación de ir de primero.
Coloqué las dos primeras chapas antes de darme cuenta y empecé a sentirme más cómodo. El miedo se quedaba con ellas y mi mente ya parecía comprender que si fallaba, solo supondría un par de metros de vuelo, en principio sin consecuencias.
En esta tesitura y ganando confianza poco a poco, fui subiendo algunos metros más, superando otro par de chapas y dejando montada media vía. Aún siendo un grado de risa para la mayoría, me hizo esforzarme en algún punto.
Aquí opté por bajarme, para ceder a los demás su turno de escalar sin cuerda por arriba. De esa forma, mis dos compis podrían superar la zona baja en top-rope y empezar a luchar ya con menos peligro.
La primera en intentarlo fue Eva, que me pasó el Grigri y se colgó todas las chapas ya con tensión por ver llegar su momento de manera inexorable. Trepó la mitad inferior a un ritmo muy bueno, sin dudar y con su elegante baile de pies en la pared.
En nada se había plantado en el último anclaje chapado y le llegaba por fin la hora de la verdad. La cuerda empezaba a colgar por debajo de su cintura y dependía de si misma para seguir avanzando.
Intentó el paso en dos ocasiones sin lograrlo y se colgó un momento a mirarlo. Sin verlo claro del todo (cuando me bajé, me pareció el paso más complicado hasta el momento en la vía) le dio otro pegue con idéntico resultado.
Para no forzar y arriesgarse a un posible bloqueo mental, descendió y le cedió el turno a Alvarito, que recibió el material y se subió a la pared.
No obstante, él tampoco se vería capaz de superar el paso. Buscó diferentes opciones pero ninguna pareció resultarle la acertada.
Era mi turno nuevamente y volví a subir hasta el mismo punto en el que ya nos habíamos bajado los tres. Empezábamos a pensar incluso en tener que dejar material en la pared por no conseguir llegar hasta el top. Pero esto no fue necesario ya que pude sacar el paso continuar ascendiendo.
Viéndome con ganas y suficientemente mentalizado decidí terminar (o al menos intentarlo). No sin dificultades fui ganando los anclajes que me quedaban hasta el descuelgue, soltando algún grito de alegría y emoción cuando conseguía chapar alguno que me daba más trabajo.
Dejamos la vía montada para practicar en ella y coger un poco de calor en la fresca mañana que nos acompañaba. Eva fue de nuevo la primera en repetir, aprobando el examen con el paso que más problemas nos había dado.
Poco después alcanzaba el descuelgue, sumando una unidad en la lista de los que terminábamos una vía completa ese día, nuestro primer día sin vigilancia experimentada.
Otra vez probaba a terminar el camino Álvaro, ya con la confianza que da ver la cuerda por encima de ti. Compartíamos a esas horas la pared con una pareja que hizo unas 6 u 8 vías en el tiempo en el que nosotros repetíamos una y otra vez la misma.
Sin pausa pero sin prisa fue ganando metros, luchando en algunos tramos para seguir ascendiendo.
Finalmente lograba el objetivo de tocar el descuelgue, completando así la totalidad de integrantes del grupo que terminaba al menos una vía en nuestro primer día solos.
Aunque realmente no es ningún logro reseñable ni una proeza que vaya a salir en los medios, nos quedamos con la convencida sensación de haber hecho un grandísimo papel. Dos meses antes nos iniciábamos en este mundillo con un acelerado cursillo en rocódromo y ya nos veíamos capaces de afrontar la dura tarea, tanto física como psicológica, de progresar en roca por nuestros propios medios.
Aunque teníamos ganas de más escalada, más aún viendo que el tiempo mejoraba rápidamente y el sol nos daba ya de lleno, recogimos todo el material y nos volvimos para casa.
Pero ya teníamos la tarea del día hecha, y bien hecha además.
Te puede interesar:
Situación escuela de Anguiano = link a Google Maps.
Info y croquis de la escuela = en el bar La herradura, carretera LR-113 junto al aparcamiento, por 2€.
ESCUELA ESCALADA ANGUIANO
Nº sectores = 7.
Nº vías = 113.
Grados = del V al 7c.
Material = normal para deportiva.
Nos plantábamos bajo el sector El Molino, tres insensatos con experiencia cero. Ante estas circunstancias y demostrando que somos más cautos de lo que pudiera parecer, decidimos acometer una de las vías más fáciles por grado de las que se pueden encontrar en toda la escuela: la vía El Molino, cotada de V.
Se trata de una vía fácil, no demasiado larga, unos 20 metros, con agarres buenos y con las chapas muy juntas. Pero iba a ser la primera vez que todos los presentes nos íbamos a enfrentar a subir una vía en roca de primeros y lo haríamos sin contar con la presencia de alguien con más experiencia.
Aparcamos justo debajo de la pared, preparamos el material y nos acercamos a pie de vía. En suelo firme y con tranquilidad, repasamos la teoría e intentamos prever los posibles contratiempos que nos pudieran aparecer. Una vez que nos sentimos seguros y preparados, nos vestimos los arneses, cogimos todo el cacharrerío y nos acercamos a estudiar la vía.
El comienzo, que era lo que más miedo me daba por la posibilidad de que una caída te llevase hasta el suelo, parecía bastante asequible. Como en ese momento yo era el más motivado (la situación de los otros, por enfermedad una y por falta de sueño otro, era más delicada) inicie la vía, pensando en bajar una vez puestos los 3 primeros seguros. De esta forma, todos podríamos tener la sensación de ir de primero.
Coloqué las dos primeras chapas antes de darme cuenta y empecé a sentirme más cómodo. El miedo se quedaba con ellas y mi mente ya parecía comprender que si fallaba, solo supondría un par de metros de vuelo, en principio sin consecuencias.
En esta tesitura y ganando confianza poco a poco, fui subiendo algunos metros más, superando otro par de chapas y dejando montada media vía. Aún siendo un grado de risa para la mayoría, me hizo esforzarme en algún punto.
Aquí opté por bajarme, para ceder a los demás su turno de escalar sin cuerda por arriba. De esa forma, mis dos compis podrían superar la zona baja en top-rope y empezar a luchar ya con menos peligro.
La primera en intentarlo fue Eva, que me pasó el Grigri y se colgó todas las chapas ya con tensión por ver llegar su momento de manera inexorable. Trepó la mitad inferior a un ritmo muy bueno, sin dudar y con su elegante baile de pies en la pared.
En nada se había plantado en el último anclaje chapado y le llegaba por fin la hora de la verdad. La cuerda empezaba a colgar por debajo de su cintura y dependía de si misma para seguir avanzando.
Intentó el paso en dos ocasiones sin lograrlo y se colgó un momento a mirarlo. Sin verlo claro del todo (cuando me bajé, me pareció el paso más complicado hasta el momento en la vía) le dio otro pegue con idéntico resultado.
Para no forzar y arriesgarse a un posible bloqueo mental, descendió y le cedió el turno a Alvarito, que recibió el material y se subió a la pared.
No obstante, él tampoco se vería capaz de superar el paso. Buscó diferentes opciones pero ninguna pareció resultarle la acertada.
Era mi turno nuevamente y volví a subir hasta el mismo punto en el que ya nos habíamos bajado los tres. Empezábamos a pensar incluso en tener que dejar material en la pared por no conseguir llegar hasta el top. Pero esto no fue necesario ya que pude sacar el paso continuar ascendiendo.
Viéndome con ganas y suficientemente mentalizado decidí terminar (o al menos intentarlo). No sin dificultades fui ganando los anclajes que me quedaban hasta el descuelgue, soltando algún grito de alegría y emoción cuando conseguía chapar alguno que me daba más trabajo.
Dejamos la vía montada para practicar en ella y coger un poco de calor en la fresca mañana que nos acompañaba. Eva fue de nuevo la primera en repetir, aprobando el examen con el paso que más problemas nos había dado.
Poco después alcanzaba el descuelgue, sumando una unidad en la lista de los que terminábamos una vía completa ese día, nuestro primer día sin vigilancia experimentada.
Otra vez probaba a terminar el camino Álvaro, ya con la confianza que da ver la cuerda por encima de ti. Compartíamos a esas horas la pared con una pareja que hizo unas 6 u 8 vías en el tiempo en el que nosotros repetíamos una y otra vez la misma.
Sin pausa pero sin prisa fue ganando metros, luchando en algunos tramos para seguir ascendiendo.
Finalmente lograba el objetivo de tocar el descuelgue, completando así la totalidad de integrantes del grupo que terminaba al menos una vía en nuestro primer día solos.
Aunque realmente no es ningún logro reseñable ni una proeza que vaya a salir en los medios, nos quedamos con la convencida sensación de haber hecho un grandísimo papel. Dos meses antes nos iniciábamos en este mundillo con un acelerado cursillo en rocódromo y ya nos veíamos capaces de afrontar la dura tarea, tanto física como psicológica, de progresar en roca por nuestros propios medios.
Aunque teníamos ganas de más escalada, más aún viendo que el tiempo mejoraba rápidamente y el sol nos daba ya de lleno, recogimos todo el material y nos volvimos para casa.
Pero ya teníamos la tarea del día hecha, y bien hecha además.
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Situación escuela de Anguiano = link a Google Maps.
Info y croquis de la escuela = en el bar La herradura, carretera LR-113 junto al aparcamiento, por 2€.
ESCUELA ESCALADA ANGUIANO
Nº sectores = 7.
Nº vías = 113.
Grados = del V al 7c.
Material = normal para deportiva.