Los ciudadanos de Logroño siempre vivimos bajo la inquietante sospecha de que alguien nos vigila, de que nos observan continuamente allá por donde nos movamos en la ciudad. Es una sensación que tenemos cada vez que miramos al Norte y que no es difícil de entender al girar la cabeza en esa dirección. Quieto y tranquilo, pero atento, una de las figuras más conocidas por los logroñeses se aupa por encima de todos los tejados: el León dormido o pico Lapoblación.
De tantas veces que se nombra, creo que todos pensamos que ya hemos estado en él y, quizá por lo cercano, eso no es verdad en muchísimas ocasiones. Pero nosotros por fin nos pudimos quitar esa espinita, acercándonos a dar un pequeño paseo por la zona.
Dejamos la furgo en el pueblo de Lapoblación, al poco de entrar en Navarra desde Álava. Aparcamos detrás del frontón, bajo la iglesia, preparamos las mochilas y bastones y nos pusimos en marcha, avanzando hacia el Oeste por las calles del pueblo.
Climatológicamente no nos esperaba un día duro, ni demasiado frío ni demasiado caluroso, pero con nubes bajas que en principio amenazaban con no dejarnos disfrutar del paisaje.
Nuestro inicio hacia la cima del pico Lapoblación, del mismo nombre que el pueblo que se levanta a sus pies, coincide durante un rato con el sendero local SL-NA 195.
El nombre de León dormido se le ha dado por la forma que presenta este monte visto desde Logroño, sobre todo cuando nos acercamos a él desde esta ciudad, que se asemeja a un león recostado sobre la ladera.
Enseguida nos situamos al Oeste de la montaña, justo bajo la cabeza del felino, y nos vemos inmersos en el densamente poblado hayedo de su parte septentrional. Debido a las lluvias de los últimos días el color verde es aún más intenso.
En un pequeño lapso en el que salimos de esa envolvente de ramas y hojas, podemos ver perfectamente la cumbre a la que nos dirigimos.
Eva y Berta nos enseñan el camino a seguir en este punto en el que se torna a la derecha en dirección a la pared de piedra y camino hacia el bosque otra vez.
Encontramos un estrecho sendero en este punto, estrecho por la gran presencia de vegetación que pretende cerrar el paso y mantenerse inexpugnable.
Y de nuevo nos rodea ese verde brillante, un color que unido al olor del bosque y la agradable temperatura (aunque con mucha humedad) invita a parar y simplemente disfrutar de la paz reinante.
No tenemos aquí amplias vistas y grandes espacios, pero el paisaje es embriagador como el que más y todo merece la pena ser retratado.
Pero tenemos que seguir avanzando y eso conlleva ganar altura y salirnos del relajante abrazo de las hayas. La parte positiva es que se abre nuestro horizonte y podemos observar como las nubes engullen viniendo desde el Sur, la sierra de Cantabria, queriendo cruzar la barrera que ésta les supone pero fracasando en su empeño.
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Al acercarnos a la pared el camino se hace más empinado y, en ocasiones, bastante estrecho. En ningún momento se vuelve demasiado dificil, aunque no hay que obviar las precauciones ya que una caída puede ser mucho más que un susto.
Es este uno de los tramos más bonitos de la ascensión, transcurriendo por finos senderos que serpentean por la roca ganando mucha altura con rapidez.
Es precisamente el hecho de crecer en cota el que, si bien resulta cansado, nos ofrece la mejor recompensa en la montaña la mayor parte de las veces. Es precisamente este hecho el que nos conduce a las vistas sin fin que bien merecen la pena tras el sufrimiento muscular.
Encontramos en este tramo uno de los pasos más curiosos de la jornada: un pequeño tramo de senda de unos 15 metros en el que la roca ha formado una suerte de barandilla natural que no dudamos en aprovechar para seguir con paso decidido hacia nuestro objetivo.
Al alcanzar un pequeño descansillo en la subida, en el punto en el que cambiamos de dirección hacia el Oeste (nos encontramos ya al Este del pico), vemos como las nubes bajas siguen intentando cruzar por encima de la sierra.
Mirando entre ellas podemos ver parte de la ruta que hicimos en bici por los aerogeneradores de la sierra de Codés.
Desde aquí acometemos ya los últimos pasos antes de culminar los 1.245 metros hasta los que se eleva la cima del León dormido, con el buzón a la vista.
Y aquí el mencionado buzón y la foto que atestigua nuestra presencia en esta cumbre tan cercana pero que me resultaba tan atractiva, más por lo carismática que por lo exigente.
Y el vértice geodésico.
Compartimos cima durante unos 15 minutos con otro grupo de montañeros y con un, creo, radioaficionado que estaba comunicándose desde allí arriba.
Comimos y bebimos un poco observando lo que se podía: no había manera de ver la tierra a través de las nubes cuando se miraba hacia La Rioja, pero el paisaje no por ello resultaba menos satisfactorio.
Nos encontrabamos haciendo frontera entre el mar de nubes al Sur y la estabilidad absoluta al Norte. Girando la cabeza hacia la arista que conduce al Monte del Tajo (1.201m) se aprecia perfectamente como el monte suponía una barrera infranqueable.
Y esa es la dirección que tomamos en cuanto hubimos calmado un poco el hambre y vimos que las nubes perdían altura dejando un camino más limpio y despejado.
El sendero, esta vez por la cara Sur, es más directo y está claramente definido y muy trotado. Tiene tramos de fuerte pendiente y aparece la mayor parte del tiempo bastante empedrado.
Por cabezonería mía, nos acercamos a estudiar las posibilidades de la arista al Monte del Tajo. No contemplaba la posibilidad de recorrerla entera, pero sí que quería ver lo que ofrece, y lo que requiere de uno.
En un vistazo hacia atrás a medio camino, vemos como el manto blanco empieza a comerse la cima del León dormido.
Solo avanzamos unos cuantos metros, sin querer arriesgar ni lo más mínimo. Lo más complicado que nos permitimos hacer fueron un par de pasos en los que no estaba de más echar la mano a la roca.
Las vistas desde este punto hacia la sierra de Codés son sublimes.
Después de comprobar que, sin aparentar una excesiva dificultad, no es recomendable completar el recorrido por la arista sin material adecuado para prevenir posibles caidas, volvemos sobre nuestros pasos para seguir bajando por el marcado camino de vuelta a Lapoblación.
Pasamos durante el descenso, frente a una de las paredes de escalada preparadas para deportiva, y nos detenemos unos instantes a echar un vistazo para ver que impresiones nos dá.
A posteriori vimos que se trataba del sector Libro abierto, y que las vías que habíamos estado viendo van del 6a hasta el 8a. Ya en el lugar nos parecían por encima de nuestro grado.
Con prisa por volver a casa a la hora de la comida, terminamos la bajada culminando una vuelta corta y rápida pero muy bonita.
En menos de 5 kilómetros de paseo, disfrutamos de un hayedo frondoso y muy verde, de unas vistas desde un palco de primera y de un mar de nubes que no se contempla muy a menudo.
Te puede interesar:
Información sobre Lapoblación = link web oficial.
¿Dónde comer? = No conocemos por experiencia ningún restaurante, pero recomendamos el bollo "preñao" de la panadería Domaica en el vecino pueblo de Meano.
¿Dónde dormir? = Con furgo o autocaravana, el mismo pueblo de Lapoblación es un sitio tranquilo y poco transitado.
DATOS DE LA RUTA
Distancia recorrida = 4,2 kilómetros.
Desnivel acumulado= 355 m.
Tiempo invertido = 2:20 (incluyendo paradas).
Material = Ninguno (bastones recomendables).
Dificultad = Fácil.
Track GPS = link a Wikiloc.
De tantas veces que se nombra, creo que todos pensamos que ya hemos estado en él y, quizá por lo cercano, eso no es verdad en muchísimas ocasiones. Pero nosotros por fin nos pudimos quitar esa espinita, acercándonos a dar un pequeño paseo por la zona.
Dejamos la furgo en el pueblo de Lapoblación, al poco de entrar en Navarra desde Álava. Aparcamos detrás del frontón, bajo la iglesia, preparamos las mochilas y bastones y nos pusimos en marcha, avanzando hacia el Oeste por las calles del pueblo.
Climatológicamente no nos esperaba un día duro, ni demasiado frío ni demasiado caluroso, pero con nubes bajas que en principio amenazaban con no dejarnos disfrutar del paisaje.
Nuestro inicio hacia la cima del pico Lapoblación, del mismo nombre que el pueblo que se levanta a sus pies, coincide durante un rato con el sendero local SL-NA 195.
El nombre de León dormido se le ha dado por la forma que presenta este monte visto desde Logroño, sobre todo cuando nos acercamos a él desde esta ciudad, que se asemeja a un león recostado sobre la ladera.
Enseguida nos situamos al Oeste de la montaña, justo bajo la cabeza del felino, y nos vemos inmersos en el densamente poblado hayedo de su parte septentrional. Debido a las lluvias de los últimos días el color verde es aún más intenso.
En un pequeño lapso en el que salimos de esa envolvente de ramas y hojas, podemos ver perfectamente la cumbre a la que nos dirigimos.
Eva y Berta nos enseñan el camino a seguir en este punto en el que se torna a la derecha en dirección a la pared de piedra y camino hacia el bosque otra vez.
Encontramos un estrecho sendero en este punto, estrecho por la gran presencia de vegetación que pretende cerrar el paso y mantenerse inexpugnable.
Y de nuevo nos rodea ese verde brillante, un color que unido al olor del bosque y la agradable temperatura (aunque con mucha humedad) invita a parar y simplemente disfrutar de la paz reinante.
No tenemos aquí amplias vistas y grandes espacios, pero el paisaje es embriagador como el que más y todo merece la pena ser retratado.
Desplaza la barra para ver la imagen entera.
Es este uno de los tramos más bonitos de la ascensión, transcurriendo por finos senderos que serpentean por la roca ganando mucha altura con rapidez.
Es precisamente el hecho de crecer en cota el que, si bien resulta cansado, nos ofrece la mejor recompensa en la montaña la mayor parte de las veces. Es precisamente este hecho el que nos conduce a las vistas sin fin que bien merecen la pena tras el sufrimiento muscular.
Encontramos en este tramo uno de los pasos más curiosos de la jornada: un pequeño tramo de senda de unos 15 metros en el que la roca ha formado una suerte de barandilla natural que no dudamos en aprovechar para seguir con paso decidido hacia nuestro objetivo.
Al alcanzar un pequeño descansillo en la subida, en el punto en el que cambiamos de dirección hacia el Oeste (nos encontramos ya al Este del pico), vemos como las nubes bajas siguen intentando cruzar por encima de la sierra.
Mirando entre ellas podemos ver parte de la ruta que hicimos en bici por los aerogeneradores de la sierra de Codés.
Desde aquí acometemos ya los últimos pasos antes de culminar los 1.245 metros hasta los que se eleva la cima del León dormido, con el buzón a la vista.
Y aquí el mencionado buzón y la foto que atestigua nuestra presencia en esta cumbre tan cercana pero que me resultaba tan atractiva, más por lo carismática que por lo exigente.
Y el vértice geodésico.
Compartimos cima durante unos 15 minutos con otro grupo de montañeros y con un, creo, radioaficionado que estaba comunicándose desde allí arriba.
Comimos y bebimos un poco observando lo que se podía: no había manera de ver la tierra a través de las nubes cuando se miraba hacia La Rioja, pero el paisaje no por ello resultaba menos satisfactorio.
Nos encontrabamos haciendo frontera entre el mar de nubes al Sur y la estabilidad absoluta al Norte. Girando la cabeza hacia la arista que conduce al Monte del Tajo (1.201m) se aprecia perfectamente como el monte suponía una barrera infranqueable.
Y esa es la dirección que tomamos en cuanto hubimos calmado un poco el hambre y vimos que las nubes perdían altura dejando un camino más limpio y despejado.
El sendero, esta vez por la cara Sur, es más directo y está claramente definido y muy trotado. Tiene tramos de fuerte pendiente y aparece la mayor parte del tiempo bastante empedrado.
Por cabezonería mía, nos acercamos a estudiar las posibilidades de la arista al Monte del Tajo. No contemplaba la posibilidad de recorrerla entera, pero sí que quería ver lo que ofrece, y lo que requiere de uno.
En un vistazo hacia atrás a medio camino, vemos como el manto blanco empieza a comerse la cima del León dormido.
Solo avanzamos unos cuantos metros, sin querer arriesgar ni lo más mínimo. Lo más complicado que nos permitimos hacer fueron un par de pasos en los que no estaba de más echar la mano a la roca.
Las vistas desde este punto hacia la sierra de Codés son sublimes.
Después de comprobar que, sin aparentar una excesiva dificultad, no es recomendable completar el recorrido por la arista sin material adecuado para prevenir posibles caidas, volvemos sobre nuestros pasos para seguir bajando por el marcado camino de vuelta a Lapoblación.
Pasamos durante el descenso, frente a una de las paredes de escalada preparadas para deportiva, y nos detenemos unos instantes a echar un vistazo para ver que impresiones nos dá.
A posteriori vimos que se trataba del sector Libro abierto, y que las vías que habíamos estado viendo van del 6a hasta el 8a. Ya en el lugar nos parecían por encima de nuestro grado.
Con prisa por volver a casa a la hora de la comida, terminamos la bajada culminando una vuelta corta y rápida pero muy bonita.
En menos de 5 kilómetros de paseo, disfrutamos de un hayedo frondoso y muy verde, de unas vistas desde un palco de primera y de un mar de nubes que no se contempla muy a menudo.
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Información sobre Lapoblación = link web oficial.
¿Dónde comer? = No conocemos por experiencia ningún restaurante, pero recomendamos el bollo "preñao" de la panadería Domaica en el vecino pueblo de Meano.
¿Dónde dormir? = Con furgo o autocaravana, el mismo pueblo de Lapoblación es un sitio tranquilo y poco transitado.
DATOS DE LA RUTA
Distancia recorrida = 4,2 kilómetros.
Desnivel acumulado= 355 m.
Tiempo invertido = 2:20 (incluyendo paradas).
Material = Ninguno (bastones recomendables).
Dificultad = Fácil.
Track GPS = link a Wikiloc.