Para dar por terminada la estancia en el país vecino, optamos en el tercer día de viaje por hacer algo de caracter más cultural y menos lúdico-deportivo. Aprovechamos para visitar Lourdes y conocer parte de ese lugar de culto para los religiosos católicos.
Dejamos nuestro alojamiento en Argeles-Gazost por la mañana temprano, aunque ya mucha gente se había despertado e iniciaba la jornada. El viaje hasta Lourdes es rápido y cómodo, así que tras 20 minutos en la furgo estábamos eligiendo aparcamiento en la Esplanade du Paradis.
Teníamos más o menos una idea de los puntos que queríamos visitar y decidimos iniciar el día acercándonos al epicentro religioso de la ciudad. Pudimos de este modo comprobar como se asemeja la localidad a una especie de Andorra solo que con objetos para la fé en lugar de artículos electrónicos.
Nos acercamos a la zona de las basílicas donde multitud de personas deambulaban de un lado a otro y se retrataban sin parar. Es una zona de gran valor estético, destacando una arquitectura grandiosa, pero que no pude disfrutar casi nada por la cantidad de gente y la marcadísima orientación comercial que desprende por todos sus poros. De todos modos, me encantó el exterior de la basílica de Notre-Damme y el modernista interior de la basílica de San Pío X.
Después completamos el camino en el que se hayan representadas las 12 estaciones del vía crucis en forma monumental. En el trancurso de la visita coincidimos con un grupo que iba parando en cada una de las estaciones y leía fragmentos de la biblia o entonaba una oración.
Llegando ya al mediodía y bastante desencantados con lo que la ciudad de Lourdes nos podía ofrecer, convinimos en partir ya de regreso hacia España tras comer unos bocadillos y algo de fruta en la furgo. Si bien hay que reconocer el atractivo de sus construcciones y sus parques, el ambiente que se respira en Lourdes no resulta atrayente por lo que tiene de lucrativo negocio.
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Dejamos nuestro alojamiento en Argeles-Gazost por la mañana temprano, aunque ya mucha gente se había despertado e iniciaba la jornada. El viaje hasta Lourdes es rápido y cómodo, así que tras 20 minutos en la furgo estábamos eligiendo aparcamiento en la Esplanade du Paradis.
Teníamos más o menos una idea de los puntos que queríamos visitar y decidimos iniciar el día acercándonos al epicentro religioso de la ciudad. Pudimos de este modo comprobar como se asemeja la localidad a una especie de Andorra solo que con objetos para la fé en lugar de artículos electrónicos.
Nos acercamos a la zona de las basílicas donde multitud de personas deambulaban de un lado a otro y se retrataban sin parar. Es una zona de gran valor estético, destacando una arquitectura grandiosa, pero que no pude disfrutar casi nada por la cantidad de gente y la marcadísima orientación comercial que desprende por todos sus poros. De todos modos, me encantó el exterior de la basílica de Notre-Damme y el modernista interior de la basílica de San Pío X.
Después completamos el camino en el que se hayan representadas las 12 estaciones del vía crucis en forma monumental. En el trancurso de la visita coincidimos con un grupo que iba parando en cada una de las estaciones y leía fragmentos de la biblia o entonaba una oración.
Llegando ya al mediodía y bastante desencantados con lo que la ciudad de Lourdes nos podía ofrecer, convinimos en partir ya de regreso hacia España tras comer unos bocadillos y algo de fruta en la furgo. Si bien hay que reconocer el atractivo de sus construcciones y sus parques, el ambiente que se respira en Lourdes no resulta atrayente por lo que tiene de lucrativo negocio.
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