lunes, 27 de septiembre de 2010

Costa cántabra (II)

Ya por la noche habíamos escuchado (al menos yo) como la lluvia finalmente se había dejado caer por esa parte del Cantábrico. El característico sonido de las gotas golpeando la capa exterior de la tienda me acompañó durante un buen rato, de forma lenta pero constante. No se trataba de una gran tormenta a la que hubiera que temer, sino de esa precipitación ligera y distendida, como sucediendo sin querer. Fuera como fuere el suelo amaneció empapado tras haber pasado unas horas recojiendo las frías gotas caídas desde el cielo.

Domingo
El despertador sonó sobre las 8:00, respondiendo a lo que le habíamos pedido para poder afrontar con tiempo fresco el objetivo de ese día, la ascensión al monte Buciero, en Santoña. Y nos empujó de frente al húmedo panorama que se dibujaba a nuestro alrededor.
Durante un buen rato que siguió al desayuno nuestras ganas de subir los 378 metros del pico Ganzo se mantuvieron bajo mínimos. Desde luego habíamos esquivado el calor que tanto nos preocupaba los días de antes, pero el terreno mojado y las expectativas de que pudiera seguir lloviendo nos minaban el ánimo.
Finalmente optamos por recoger poco a poco y decidir a última hora. Y la decisión fue subir, así que, tras habernos levantado a las 8:00 de la mañana nos poníamos en marcha cerca de las 12:00 del mediodía.
Partimos con todo lo necesario desde la punta de San Carlos, donde se levanta el fuerte del mismo nombre. Decidimos mezclar parte de dos de los recorridos que se proponen, concretamente el 1 Faros y acantilados, y el 3 Culminaciones del Buciero, para fusionarlos en una ruta a nuestra medida. Comenzamos con una ascensión fuerte en la que poco después de sobrepasar la batería Galbanes, tenemos ya vistas de Laredo y el Puntal como éstas.

En los dos primeros kilómetros se ven los fuertes y las baterías que se levantaron entre los siglos XVII y XVIII, en el perímetro de este monte para advertir la llegada de los barcos y servir de primera línea de defensa. Aunque nosotros no nos detuvimos mucho a mirarlos y empleamos nuestras fuerzas en la empinada subida de este primer tramo

que nos llevó a alcanzar casi los 200 metros sobre el nivel del mar. Del mismo mar en el que ya empezábamos a ver los barcos pesqueros cada vez más pequeños.

Aunque no llevamos un ritmo muy fuerte, enseguida accedimos a las vistas a la Punta del Fraile, cuyos acantilados superan los 200 metros de caída vertical.

Tras permanecer unos minutos embelesados con las impresionantes y amplias vistas

abandonamos la ruta de los faros y los acantilados, para adentrarnos en el bosque siguiendo hacia las culminaciones del Buciero.


Resulta imposible decir que el paisaje que habíamos disfrutado hasta ese momento es de los que te deja boquiabierto, con la inmensidad de los espacios que abarca la vista y el precioso color del mar Cantábrico. Sin embargo, lo que nos esperaba a continuación no se quedaba atrás en cuanto a espectacularidad y colorido.


Un verde intenso y con diferentes tonalidades ocupaba todo cuanto nuestra visión podía abarcar. El suelo, las paredes de los pasos estrechos y hasta el techo de ramas que nos cubría las cabezas se teñía del color de la calma y aparecía con un nuevo brillo allá donde nuestros ojos quisieran mirar.
Seguir el camino en este tramo conlleva prestar más atención que la que tuvimos que poner hasta este punto, pero encontrar las marcas no es difícil.

Gracias a ellas se puede avanzar con firmeza y seguridad por un entorno que, de no existir éstas, se convertiría en un pequeño laberinto complicado de afrontar.


Tras una brevísima parada a comer un poco, continuamos por este tramo de ensueño, muy motivados por lo llamativo del entorno, hacia la salida del bosque. Ésta pronto llegaría deparándonos una nueva imagen que guardar en nuestras retinas.


Aunque la ascensión a través del arbolado es fuerte y constante y había hecho mella en nuestras energías, las recompensas que íbamos obteniendo a cada paso que dábamos nos hacían pensar únicamente en seguir adelante.


Enseguida llegaríamos al punto de bifurcación que permite culminar el punto más alto del Buciero, el pico Ganzo de 378 metros de altitud. Desde el cruce ya teníamos a la vista el primer objetivo del día, que era el más importante también.


Apenas 15 minutos y una pequeña trepada nos separaban de la cima en ese momento.


Y superadas esas mínimas barreras conseguimos coronar y hacernos la foto de cima, único testimonio válido para ratificar nuestra proeza.


No paramos allí mucho tiempo, poco más de cinco minutos, disfrutando del primero de los retos superado. Estuvimos observando todo lo que podíamos alcanzar y enseguida nos dirigimos hacia el siguiente objetivo: el pico Buciero. Pero antes, durante la bajada, nos concedimos unos minutos para hacer el mono colgados de las piedras.


La segunda y última cima del día es de fácil acceso y se trata de una gran formación kárstica situada a 368 msnm. No tiene ninguna dificultad aparte del cuidado que hay que tener al andar por la ladera de lapiaces.
Una vez arriba repetimos la imprescindible foto de cima.


Sin detenernos aquí, ya que este hito no ofrece nada desde el punto de vista contemplativo, descendimos unos metros en dirección Sur, para desde allí poder deleitarnos con unas vistas de Santoña incomparables.


Desde allí emprenderíamos el descenso hacia el Oeste, por un recorrido agresivo y muy vertical que no llevaría a perder esa altura que tanto nos había costado ganar de un modo rápido pero entretenido.


Una vez alcanzado el Polvorín del Helechal, el camino se convierte en pista asfaltada que conduce sin pérdida hacia el paseo de Santoña


Tardamos cerca de 3 horas en completar el recorrido y llegar de nuevo a la furgo. Bajamos cansados y hambrientos lo que, unido al olorcillo que salía del restaurante que había a pocos metros de nuestro aparcamiento, nos hizo decidirnos por un menú a base de sardinas asadas y calamares rebozados. Un total de 24 pescados recién asados que degustamos en el campo de rugby que hay justo debajo del fuerte de San Martín y en el que ya había otros grupos haciendo lo propio.


No estuvimos en este comedor improvisado mucho más de lo necesario. Pronto recogimos todo el material y nos fuimos a pasear por el pueblo de Santoña en busca de una cafetería donde hacer la sobremesa. Tras unos minutos de callejeo y ver algunas construcciones muy bonitas nos sentamos en una terraza de la plaza de San Antonio. Tomamos unos cafés para permanecer espabilados durante el viaje de vuelta y contemplamos el teatrillo que nos procuraron los personajes de la calle locales, muy raros ellos.
Volvimos por las calles y el paseo marítimo hacia la furgo, echando un vistazo rápido al puerto, los chiringuitos de playa y las tiendas de productos típicos, intentando retrasar lo inevitable: la vuelta al día a día.

A media tarde cogimos dirección Logroño, con el cuerpo perezoso de volver a la rutina pero agradecido por las horas pasadas en los dos días anteriores.
.
Te puede interesar:
Camping las Arenillas = 33 €/día para 3 personas, parcela y electricidad.

RUTA BUCIERO
Distancia recorrida = aprox. 7 kilómetros.
Tiempo invertido = 3:00 horas en movimiento.
Material = Ninguno.
Dificultad = Moderada.


Para comer = 2 raciones de sardinas asadas y una de rabas, unos
15€.