viernes, 30 de julio de 2010

Bardenas Reales

Situado en la parte más meridional de Navarra en la muga del Aragón, este enclave semidesértico de 42.000 hectáreas era uno de los que más en mente tenía desde hace tiempo. Representa un paisaje un tanto inhóspito y carente de vida, pero que sin embargo cuenta con abundante fauna y que se muestra ante los ojos del visitante de un modo atrayente, casi magnético.

Viernes
Aprovechando la fiesta vespertina de la que Eva disfruta en Agosto, yo salí un poco antes de trabajar para poder dejar listo todo el material y ponernos en la carretera, con tiempo para llegar de día a nuestro destino, el aparcamiento de la ermita de la Virgen de Yugo, en el límite del Parque Natural de Las Bardenas Reales.

Circulando tranquilos pero expectantes por la concurrida N-232 durante gran parte del trayecto, nos plantamos cerca de las 21:00 en el punto elegido para pernoctar. En el aparcamiento hay algún que otro vehículo de personas alojadas en el albergue y otra furgoneta, que posteriormente se convertirían en nuestros vecinos por esa noche.
El lugar es amplio, tranquilo y silencioso, aunque la mayor parte de las plazas se encuentran en marcada pendiente. Nosotros, en vista de la poca ocupación que había, fuimos más chulos y nos colocamos cruzados, ocupando varias plazas perpendicularmente a la dirección natural, buscando un mejor nivelado y una posición más cómoda y reservada para nuestra intimidad.

Antes de nada nos acercamos a la cafetería del albergue, para poder ir al baño y tomar algo. Lo empezamos por ese orden, y al ver que no era necesario entrar al bar para acceder al baño, nos saltamos el segundo paso.

La zona está perfectamente acondicionada. Todo es nuevo hasta tal punto que parece que hay ciertos aspectos que aún quedan por rematar. No faltan los asadores, fregaderos, espacios de juegos para los niños,...


Además de todo esto se ha colocado un mirador con unas vistas impresionantes hacia las Bardenas, que puede verse en la primera de las dos fotos anteriores. Convenientemente integrado en el conjunto, concede pleno derecho a disfrutar de algo como esto:

Pegados nos quedamos a esa privilegiada balconada al Parque Natural, como sucede en todos estos observatorios en los que se abre ante el espectador una porción de terreno tan inmensa y de tal belleza.
Nos acercamos a ver y conocer algo de la ermita de la Virgen de Yugo, aunque solo por el exterior ya que se encontraba cerrada a esas horas.

Se construyó en 1620 en nombre de la Virgen de Yugo, que se había aparecido al cojo de Arguedas. Ante la incredulidad mostrada por los vecinos, éste decidió ir a buscarla y ella le curó la enfermedad. Los ciudadanos empezaron a creer en el milagro al ver la sanación de su vecino.
Ya empezaba a ponerse el sol dando lugar a que registrásemos con la cámara el fabuloso ocaso que sucedía ante nosotros

y que nos daba la señal para empezar a cenar. A ello nos pusimos, después de dar por buena y definitiva la situación de la furgo y de dejar preparada la cama para después. Sacamos la mesa y las sillas, acercamos la nevera y preparamos el yantar. Con una temperatura fresquita y alumbrados por el candil eléctrico cenamos muy a gusto, mientras veíamos como las últimas luces del día caían sobre nosotros.

Apuramos un poco la hora de entrar a dormir y recogimos el chiringuito cuando empezaba a refrescar. Ya en la cama vimos la primera media hora de "En tierra hostil" antes de desearnos buenas noches hasta el día siguiente.

Sábado
Despertamos después de una noche fresca y tranquila en la que no faltaron ni los fuegos artificiales, procedentes de el pueblo de Arguedas que estaba de fiestas. Preparamos los cafés con el hervidor de agua en lo que suponía su estreno y sacamos el desayuno, del que tomaríamos las fuerzas suficientes para la ruta en bici.

Para ser la primera vez que nos acercábamos al parque y sin tener mucha idea de la infinidad de caminos posibles que puedes encontrar, nos contentamos con dar la vuelta al polígono de tiro, una vuelta sencilla, sin grandes florituras, pero muy satisfactoria.
El día salió despejado como estaba previsto y nos alegramos de haber madrugado, aunque con la clara impresión de que no lo suficiente, tarea ésta que nos apuntamos para futuras salidas. Nos costó un poco más de lo planeado llegar al punto de partida de la ruta, el Cabezo de Castildetierra, así que nos poníamos en marcha un poco más tarde de las 10:00 de la mañana.

Comenzamos la vuelta en el sentido de las agujas del reloj, llenos de ilusión y con muchas ganas de ver todo lo que nos podría ofrecer la parte de las Bardenas que íbamos a recorrer.

Como ya he dicho lo que hicimos fue dar la vuelta al campo de tiro, al que vienen hacer prácticas de tiro incluso los aviones militares alemanes. En todo momento queda patente que existe un peligro si te internas en el área militar.

Se puede ver en las fotos que todo el recorrido se hace por pista. Es ancha y muy practicable, tanto que la mayoría de la gente ejecuta el mismo recorrido que nosotros pero en coche y no precisamente con 4x4.

Hicimos frecuentes y cortas paradas al principio, intrigados con el paisaje tan diferente a lo que estamos acostumbrados a ver.

En alguna ocasión abandonamos la pista para adentrarnos un poco en las curiosas formaciones producto de la erosión del agua y el viento.

Donde aprovechamos para hacernos algunas fotos haciendo el payaso.

Este tipo de formación se produce también a una escala mucho mayor. Es el caso de los montes que dejamos a la izquierda según avanzábamos en nuestro recorrido: el Piskerra y el Rallón.

Seguimos avanzando poco a poco, no teníamos más prisa por acabar que la marcada por el sol cada vez más alto y que empezaba a calentar nuestras cabezas.

El recorrido es bastante llano, en torno a los 120 metros de desnivel, aunque si hay que afrontar un par de subidas con algo más de pendiente. Lo bueno de subir es que hay que bajar, momentos que aprovechamos para avanzar a buen ritmo y refrescar un poco las piernas.

En la última parte del recorrido se pasa junto al cuartel militar

donde nosotros paramos un rato a reponer fuerzas, tras haber encadenado unos cuantos kilómetros seguidos a un ritmo fuerte.

El itinerario llegaba a su fin, pasando primero por una larga subida no muy empinada pero que a Eva se le hizo un poco durilla. Su bici está pidiendo el cambio urgentemente.

Poco después, el paso junto a la Balsa de las Cortinas, indicaría la inminente llegada al fin de la ruta circular, dando caza de nuevo al imponente Castildetierra.

Más de dos horas después de haber emprendido la marcha y llenos de sudor y polvo, llegábamos a la furgo que nos esperaba reposada frente a la famosa formación. Había en ese momento un grupo de moteros y algunos coches de turistas que se acercan hasta el monumento natural a hacerle unas fotografías.

Y nosotros, por descontado, no íbamos a ser menos.

Anduvimos por allí un rato más, hidratándonos y contemplando el entorno arenoso que nos rodeaba. Mires a donde mires ves formas que atraen tu mirada y la imaginación parece ganarle la partida a la razón, dibujando paisajes increíbles continuando las lineas maestras que la erosión a dibujado a lo largo de la historia.
Antes de volver a casa pasamos por el centro de información del Parque Natural, donde compramos una guía con algunos datos interesantes de las Bardenas y unas cuantas rutas recomendadas, tanto a pie como en BTT.

La última parada previa al viaje de vuelta sería a la salida de Valtierra, en una pequeña zona boscosa que nos dio una sombra muy agradecida para comer un poco y recobrar fuerzas.

Nos cambiamos de ropa, para quitarnos los culotes y poder conducir más cómodos, y dijimos adiós con mucha pena a una zona que, estoy seguro, no tardaremos mucho en volver a visitar.

Te puede interesar:
Guía de rutas y plano del parque = 7€ en el centro de Información.
Albergue Virgen de Yugo = desde 28€ habitación con baño y MP.

RUTA POLÍGONO DE TIRO
Distancia recorrida = 27,02 kilómetros.
Tiempo invertido = 1:42 horas en marcha.
Material = Ninguno.
Dificultad = Muy fácil.

Centro de Información = carretera del polígono de tiro.

miércoles, 21 de julio de 2010

Foz de Arbayún

Después de las ganas con las que nos quedamos el año pasado cuando fuimos a pasear por la foz de Lumbier y nos bañamos por la tarde en el río Salazar, este verano era visita obligada para nosotros recorrer la foz de Arbayún por el interior. Varias horas, entre 4 y 5 según diferentes fuentes consultadas, caminando por rocas o nadando por el río entre paredes verticales es algo que atrae a cualquiera... y nos atrajo.
El plan era pasar la noche del viernes en el camping Iturbero que ya habíamos visitado el año pasado (y contado en JonyMao Travel) y madrugar un poco para entrar pronto al río y poder estar de vuelta el sábado a media tarde, ya que yo tenía cena familiar. Para poder hacerlo teníamos que ir en dos tandas porque Pachi salía de trabajar cerca de las 22:00 y se nos hacía demasiado tarde para registrarnos en el camping.
A media tarde Berta nos comunicaba que su autobús llevaba media hora de retraso (ella venía desde Madrid) lo que significaba que no estaría en Logroño antes de la hora en que ya debíamos estar llegando al camping. Finalmente, Eva y yo hicimos la avanzadilla, y Berta y Guiller iban en el segundo coche con Pachi.
El camino fue mejor aún de lo que esperaba: autovía hasta Pamplona y desde allí también autovía hasta la salida de Sangüesa, ya que la construcción de la A-21 ha alcanzado ya este punto. En no mucho tiempo el viaje a Jaca para esquiar va a ser un camino de rosas.
Mientras nosotros montábamos la tienda y dejábamos lista la furgo, los otros 3 se perdían un par de veces y se metían en un área de frenado de emergencia que hay poco antes de llegar a la mencionada salida de la autovía.
Era la 1:00 de la madrugada cuando llegaban al camping así que cenamos y charlamos un poco antes de acostarnos cerca de las 2:30, haciendo que madrugar al día siguiente aún resultase más duro.

Pero lo hicimos. Nos levantamos cerca de las 9:00 de la mañana, sin que diese mucho tiempo a remolonear en la cama. Primera noche en camping de Berta, que durmió en la furgo relativamente bien. Los chicos, en la tienda, ya tenemos costumbre y pudimos descansar.
Desayunamos batidos, yogurt, fruta y algún bollo mientras íbamos yendo a asearnos poco a poco y cada cual a su ritmo. Como no volveríamos a pisar el camping recogimos todos los zarrios y nos fuimos a tomar un café en el Hotel Iru-Bide, ya en las afueras de Lumbier en la NA-150. La dosis de cafeína se haría necesaria.
Ya con ganas, nos dirigimos hacia nuestra particular aventura, pasando primero por el pueblo de Usún para dejar la furgoneta en el parking que hay a la entrada del pueblo. Debido a la longitud del tramo de río que se recorre, se hace necesaria la combinación de vehículos y este es el punto del final del recorrido. Con el coche seguimos hacia Iso por la NA-178, en la que se deja el vehículo de cabecera, en un pequeño área ajardinada junto al río.

NOTA: es un lugar en el que se desaconseja dejar el coche por la presencia de amantes de lo ajeno. Otra posibilidad es dejarlo en el mirador de la Foz de Arbayún.
Nos vestimos adecuadamente (bañadores, camisetas y zapatillas de deporte) y preparamos nuestras mochilas con lo necesario para las 4-5 horas previstas de caminata: agua, fruta, barritas y chocolate,... y nos dirigimos al puente del Bigüezal desde el que accederíamos al río por primera vez.

En ese punto empezamos a mojarnos los pies, al tiempo en que las chicas preguntaban incrédulas si había que meterse ya en el río. Riendo les contestamos que por supuesto, pero que sería solo por tramos... ninguno imaginábamos lo que nos depararían las horas siguientes.

El comienzo resulta más o menos cómodo, permitiendo caminar sin problemas por un fondo de cantos rodados de un tamaño suficiente para no dificultar en exceso el caminar y con una profundidad que dejaba el agua por debajo de las rodillas.

El agua tiene una temperatura muy agradable que permite hacer el recorrido perfectamente en bañador, sin necesidad de utilizar neopreno. La mañana se presentó bastante soleada y avanzar por el río resultaba refrescante, a una hora a la que ya empezaba a hacer bastante calor.

Buscando acelerar la marcha en estos primeros metros tan faltos de alicientes, recurrimos a pequeñas sendas que en ocasiones se abrían paso entre la vegetación de las orillas. Aunque existen puntos mas laboriosos de franquear, el camino por terreno seco y más o menos firme permite avanzar más rápido y de un modo menos cansado.

A apenas 400 metros de nuestra entrada en el cauce del río, éste empezó a ganar profundidad, ralentizando el paso y provocando las típicas guerras de agua mirando quién tiraba a quién. Fue la primera prueba de cómo se podrían comportar las mochilas que llevábamos, a lo largo de toda la jornada, exámen que superaron de forma más que aceptable.

Unos metros más adelante de esta foto decidimos guardar las cámara en el recipiente estanco y seguir a nado por primera vez. Suponía la llegada hasta el primer tramo realmente entre paredes y nos obligó a bracear durante 4 ó 5 minutos hasta volver a pisar el suelo.
Es un buen recuerdo el que me queda de ese momento, nadando lentamente por el río casi sin ruidos propios de la civilización acompañado de grandes árboles a los costados. Nadie pensaba en nosotros allí y nosotros nos pensábamos en nadie fuera de allí, básicamente nos centrábamos en nadar sintiendonos parte del entorno, como si fuéramos parte de la fauna del lugar.
Hicimos una breve parada para un primer bocado y continuamos adelante, primero por terreno seco y después, ya entrando en la foz propiamente dicha, de nuevo a nado.

Si el tramo a nado con los bosques a ambos lados resultaba relajante, repetirlo con paredes de piedra haciendo las veces de orilla, multiplicaba por dos esa sensación a la par que empezaba a meterte el vertigo de la emoción en la boca del estómago.

Esta parte más cerrada da paso al tramo central del recorrido, el más largo y también el más abierto pero no por ello menos bello. A esta altura se puede ver en lo alto del acantilado de nuestra derecha el mirador de la foz, un punto muy recomendable para la observación de aves rapaces.
Llevábamos cerca de 2 horas en el agua, merced a un ritmo tranquilo al que la altura del agua obligaba y a un par de paradas para disfrutar en los pequeños saltos que podíamos encontrar por el camino.
Durante mucho tiempo dejamos todos los bártulos guardados a buen resguardo del agua, mientras proseguíamos alternando los avances a pie, a nado e incluso a rastras, en los lugares en que el nivel del río era insuficiente para nadar pero demasiado para avanzar a pie con buen ritmo.

Tanto se repetía ésta última opción que llegamos a la mitad del recorrido, marcado por una cabaña a mano derecha, cuando ya habían pasado más de 3 horas desde el comienzo. No nos parecía mucho pero, y he aquí nuestro error, no sabíamos en qué punto nos encontrábamos ni cuánto nos quedaba por delante.
Es precisamente ese punto donde se puede acceder al único escape que hay del cañón, la fuente de la Canaleta.
Como nuestra teoría contemplaba incluso las 5 horas de duración, seguimos adelante sin demasiada preocupación. Eran las 15:00 y no parecía que hubiera ningún problema aparte de la aparición de los primeros síntomas de cansancio, cosa que, por otro lado, no suponía nada raro al encontrarnos desempeñando una actividad física.

Pero seguíamos avanzando sin que hubiera ninguna prueba de que el recorrido llegase a su fin. Eva y yo conocíamos el punto en el que acaba la ruta, pero no podíamos asegurar la distancia que quedaba hasta él.
Pasaron otro par de horas en las que continuamos como al principio, intentando coger un ritmo ligero pero que se pudiera mantener por todos y haciendo breves paradas para comer. A esas alturas el asombro por la belleza de los paisajes empezaba a retraerse dando parso a la inseguridad por el desconocimiento de cuánto nos restaba para llegar.

A medida que iban pasando las horas (y sumábamos ya más de seis) los nervios y la ansiedad se abrían paso en el ánimo de todos nosotros y afectaban a nuestro comportamiento minando nuestras fuerzas.
La última hora y media, hasta un total de ocho horas de caminata, se complicaron por el cansancio acumulado y, sobre todo, por la mencionada inquietud de no conocer el punto en el que nos hallábamos y a qué distancia estábamos de nuestra meta. No teníamos miedo porque era evidente que si no llegábamos antes llegaríamos después, pero se respiraba la tensión del que se siente perdido.

Ya entrados en el segundo cañón, que ocupa los últimos metros del recorrido, las fuerzas se encontraban bastante bajas, sobre todo en el caso de las chicas. Debido al caudal existente los tramos a nado se hacían largos, encadenando en determinados puntos más de 150 metros con el único descanso del apoyo en las paredes de roca de la orilla.
Es en esta zona donde se encuentra el punto más peligroso del descenso. Se trata de una presa que puede generar sifón y que nosotros encontramos de tal modo que el paso por debajo de la misma suponía llevar únicamente la cabeza fuera del agua y casi tocando con la cara inferior del hormigón. El desconocimiento de cómo se encontraba el agua en ese punto nos hizo sortearlo por encima, para lo cual hubimos de tirar de nuestros nulos conocimientos de escalada para hacer una pequeña trepada por el lateral izquierdo.
Poco después, haciendo otro par de tramos nadando y después de siete horas y media, llegamos al puente que conduce a la ermita de San Pedro y que marca el final del descenso.

Una vez estuvimos fuera del agua, las sensaciones dieron un vuelco hacia una alegría rebosante y una gran excitación por haber conseguido vencer en esa pequeña gran prueba (para nosotros). Salieron a relucir los pensamientos que cada uno había ido teniendo durante la caminata, como el ir en busca de ayuda para salir del cañón o estudiar posibles refugios para hacer noche en caso de que se fuera el sol.
Extenuados y hambrientos, pero altamente satisfechos, convinimos en que nos merecíamos una cena en condiciones, así que en el camino de vuelta a Logroño, hicimos una breve escala en Lumbier para comernos unos bocadillos y unos platos combinados en un bar del que no recuerdo el nombre, pero sí que se encontraba en una callejuela sin salida perpendicular a la calle Mayor.
Y tras saciar el hambre y la sed, mientras veíamos el Uruguay-Alemania, volvimos a casa con ganas de un reparador descanso en los brazos de Morfeo.

Te puede interesar:
Camping Iturbero = 40€ para 5 personas, parcela, furgo y electricidad.

RUTA
Distancia recorrida = 6 Km.

Tiempo invertido = 7:30 h (depende mucho del caudal).
Material = ninguno.
Dificultad = baja (depende del caudal).


Centro de Interpretación de las foces = Plaza Mayor s/n, 31440 Lumbier (948 880 874).

martes, 6 de julio de 2010

Bodegas Darien


Viajar no es solo desplazarse a lugares remotos con gran exotismo, a playas populosas o montañas desiertas. Viajar es conocer. De hecho, tal y como yo lo entiendo, viajar ni tan siquiera es el destino. Consta de muchos momentos: preparación del viaje, el desplazamiento, los instantes que pases allá donde vayas, la vuelta, los ratos que pasas comentando lo que sucedió. Así entiendo yo los viajes.
Todo esto viene al cuento de que en esta entrada no contaremos lo que nos pasó allende las fronteras o en algún punto del litoral, sino lo que disfrutamos a escasos 15 kilómetros de casa. Cumpliendo con algo que hacía tiempo rondaba nuestras cabezas, nos acercamos a conocer las bodegas Darien, situadas entre Logroño y Agoncillo, en la carretera N-232.

Lo que realmente nos llama la atención es hacer un curso de cata. Bien pudimos elegirlo a la hora de hacer la reserva, pero finalmente optamos por la visita técnica que incluye la cata de 4 vinos de la bodega acompañados de una pequeña charla (amén de la visita a las instalaciones).
Teníamos la visita concertada a las 13:00 del sábado para un grupo de 7 personas. Decidimos acercarnos un poco antes para poder contemplar la exposición que nos habían dicho que era de entrada gratuita, y así hacíamos un poco de tiempo y completábamos la mañana. A eso de las 12:30 nos accedíamos al interior del conjunto de caras y aristas blanquecinas.

El singular edificio de hormigón blanco está inspirado en las piedras que delimitan las viñas de la zona, constituyendo una analogía a los peñascos apilados unos sobre otros y dejando pasar la luz. Personalmente me gustan las bodegas de estilo más clásico, pero ésta construcción es realmente bella. El juego de formas y los colores empleados tienen una estética inconfundible y muy llamativa.
Alrededor del edificio, se cultivan hasta 66 hectáreas de viñedo, aunque aún no se recogen sus frutos por ser de reciente plantación. Concretamente fue en el año 2007 cuando se plantaron las vides de esta zona y la vendimia no se considera interesante al menos hasta el cuarto año.

Además de estas viñas cuentan con otra gran extensión de tierras en las que cultivan las selectas uvas que emplean en la elaboración de sus caldos. Tienen permiso para una producción de hasta 500.000 kilos de uva al año, aunque se quedan en torno a los 350.000.
Accedimos al interior y tomaron nota de nuestra presencia. Para hacer más llevadera la espera, como ya teníamos en mente, nos invitaron a recorrer una exposición permanente de vasijas de barro de diferentes épocas de la historia, que es de entrada gratuita.

El título de la exposición no falta a la verdad, ya que lo único que se ve en las 2 plantas de la exposición son vasijas de barro. Las hay de todas las formas y colores y abarca un gran espectro temporal, pero no hay nada más que vasijas.

Dimos un rápido vistazo a la muestra y la abandonamos bastante descontentos, esperando que lo que nos quedaba fuera algo mejor.

Permanecimos relajadamente sentados en los modernos sofás del hall de la bodega, a la espera de que llegase la hora de comenzar la visita. Por los amplios ventanales comenzábamos a ver cómo llegaban los que serían nuestros compañeros de ruta, en coches y autocares.

Comenzamos el tour con un vídeo de presentación de la bodega y su singular arquitectura. Con un filme sin sonido y repleto de efectos visuales, se evoca la idea primigenia que llevó al arquitecto Jesús Merino Pascual a dotar al hormigón con esas características formas. Gracias a ellas la bodega cuenta con el Best Of Wine Tourism 2009 en arquitectura.
Un segundo vídeo dividido en dos partes, una con imágenes reales y otra con una recreación en 3D, nos detalló el proceso completo en la elaboración del vino partiendo desde el primero de los pasos en el tratamiento de la tierra.
De ahí ya pasamos a ver algunas de las partes de la bodega, empezando por la tolva en la que se vierten toneladas de frutos en la época de la vendimia, la cual se realiza a mano y depositando los racimos en cajas de plástico que hacen sufrir menos a los granos que los clásicos sacos.

Con todo lujo de detalles nuestra guía fue desmenuzando las diferente partes del primer elemento para el tratado de la uva. Aquí será donde se le haga una primera separación de los elementos que no interesa incluir en el vino. Al pasar por la despalilladora se elimina el raspón y posteriormente, en una mesa de selección manual, se retiran las bayas no conformes.
En la misma sala, unos metros por debajo de nosotros, se anclaban los pies de los depósitos troncocónicos de 15.000 litros y los dos más grandes de 25.000 litros, a los que entra la uva tras superar una estrujadora que rompe cuidadosamente la piel del fruto.

Con toda la tecnología disponible aplicada sobre estos grandes contenedores fuimos conociendo los procesos a los que se someten los caldos en su interior. Desde la maceración previa a la fermentación alcohólica para los aromas varietales y los antocianos responsables del color rojo, hasta los numerosos remontados durante la fermentación para mantener el contacto entre el mosto y la piel y la microoxigenación posterior.

La siguiente parada era una de las más esperadas: la sala en la que se lleva a cabo la crianza en barricas de roble. Gracias a ella se aporta al vino una estructura más compleja de aromas y de sabor.

En esas barricas de roble francés o americano (dependiendo de lo que se quiera conseguir) es donde se potencian los sabores a vainilla, coco o frutos rojos. A través de los poros de la madera se consigue a su vez pequeños aportes de oxígeno que confieren madurez al vino y permiten la integración de sus sabores con los de las frutas.

La última estación antes de la pequeña cata fue en el espacio destinado a la crianza en botella. Esto permite eliminar el estrés del caldo durante el embotellado y redondear e integrar los componentes para formar un todo. Tras ella llega el tiempo de la consumición que no hay que demorar mucho para que no se pierdan los sabores originales y aparezcan otros de evolución.
Cuenta esta sala con los llamados reservados, que son lugares de almacenamiento de botellas a disposición de clientes que quieran unos parámetros de conservación muy estrictos. En ellos se almacenan hasta 96 botellas que serán servidas cuando el afortunado propietario visite la bodega.
Lo mejor estaba por venir: la cata de vinos. En este punto se separan las visitas ya que la Turística incluye la degustación un vino crianza y la Técnica añade 3 vinos más acompañados de una aperitivo de queso y chorizo riojanos y una breve introducción al mundo de la cata.

Se pueden observar, oler y tomar los cuatro caldos más selectos de la bodega: Darien Crianza, Darien Reserva, Darien Selección (vino de autor con la mejor uva de cada temporada) y Delius Reserva especial (elaborado solo en añadas excelentes).

Además de disfrutar buenos vinos se toman algunas nociones básicas para aprender a comprenderlos. Es un primer paso para la realización de un curso de cata en condiciones, actividad que también oferta esta bodega.
Abandonamos las instalaciones muy animados, en parte por el buen rato que habíamos pasado, en parte por los efluvios de la espirituosa bebida, y echamos una última mirada al exterior del complejo.

La verdad es que es una muy buena manera de pasar un par de horitas y que nosotros completamos después con una buena comida en la sidredía Kupela de Logroño. Un comienzo de día muy bueno para un final inmejorable: la clasificación de la selección española de fútbol para la final del mundial de Sudáfrica 2010.


Te puede interesar:
Visita libre a bodegas Darien (cata 2 vinos) = 3€.
Visita turística a bodegas Darien (cata 1 vino) = 6€.
Visita técnica a bodegas Darien (cata 4 vinos + aperitivo) = 15€.
Curso de cata = 25€.
Menú en sidrería Kupela desde 29,30€ + IVA.

ENTRADAS RELACIONADAS