jueves, 25 de noviembre de 2010

Parque Natural de Ordesa (I)

Cada vez me gusta más pasar tiempo en la montaña o en contacto con medios más naturales que los cotidianos de la ciudad. Cambiar el gris por el verde, las sirenas por el piar de las aves y los humos por las nubes. Con ello en mente, y a raíz de las ganas que tenía de acercarme al Pirineo, surgió esta escapada de 3 noches a Ceresa, pueblecito situado junto a Laspuña, a pocos kilómetros de una de las entradas al Parque Natural de Ordesa y Monte Perdido.
La verdad es que la organización fue exprés. De esas en las que se dice "Oye, y si..." y al final el "y si" se convierte en un "por supuesto". Buscamos alojamiento y encontramos (por los pelos) la Casa Esperanza, en el citado pueblo de Ceresa. Es un pequeño conjunto de casas en pleno monte a escasos 20 kilómetros de Aínsa.

Viernes
Salimos de Logroño después de comer, haciendo escala en Zaragoza para recoger a Berta que venía desde Madrid. Seguimos hacia Huesca y después hacia Aínsa, pero errando en nuestra decisión de hacerle caso a los GPS, los cuales (llevábamos dos) no condujeron por la A-1604, en lugar de pasar por Barbastro. El resultado fue más de una hora por una retorcida carretera a 30 km/h para que no se marease nadie, cosa que no pudimos evitar.
Al final llegamos sobre las 22:30, una hora más tarde de lo pactado con Ana, la dueña de la casa. Tras explicarle nuestras razones nos enseña dónde dejar los coches, junto al patio de la casa. Para llegar a ese punto es necesario pasar entre 2 casas claustrofóbicamente pegadas y bajar por una rampa empedrada y húmeda con una inclinación impresionante. Pasados estos obstáculos, vemos las casas y vaciamos los maleteros.
Repartimos las habitaciones, hicimos algo de cena y después de una breve charla nos marchamos a la cama sin querer demorarnos más de lo necesario, pues al día siguiente habría que madrugar. Aún así, eran más de la 01:00 de la madrugada cuando empezábamos a cerrar los ojos.

Sábado
Según las previsiones para el fin de semana, el sábado era el día en el que tendríamos que centrar la actividad principal del viaje: la ruta de senderismo que nos llevaría por la Faja de Pelay hasta la Cola de Caballo. Iba a ser el único día sin lluvia, o por lo menos el que menos precipitaría.
Creo que eran sobre las 07:00 cuando nos pusimos en pie y el día se presentaba bastante prometedor. Sin luz aún en el exterior, desayunamos, preparamos las mochilas y nos encaminamos hacia un duro día de senderismo.

Aunque se veía una ligera neblina, no parecía que fuese a durar, presagiando una tranquila jornada de monte. Pero, fiel a mi habitual puntería en los pronósticos, a medida que nos acercábamos a Torla, el ambiente cambiaba poco o nada, acercando la sombra de la duda a nuestras cabezas.

Incluso a nuestra llegada al pueblo, que sirve de entra al parque por la pradera de Ordesa, las cosas pintaban peor.

Para quitar los miedos y asegurarnos de no correr peligro, nos acercamos al punto de información del parque a conocer con detalle el parte para ese día. Allí nos dijeron que la probabilidad de lluvia rondaba el 100%, pero que la precipitación sería ligera y más allá del mediodía. Con estos datos decidimos ir hasta el aparcamiento de la pradera de Ordesa y, según lo que nos dijeran los guardas, subir por la faja de Pelay o hacer el recorrido por el fondo del valle.

Y ésta sería finalmente la opción que nos recomendarían una vez en el parking, tanto por la hora de comienzo (las 11:00) como por la helada de esa noche que hacía peligrosa la subida por la Senda de los Cazadores.
Empezamos a caminar, junto a otra mucha gente en lo que desde el principio se intuía como un paseo dominical pero de larga duración. Se avanza el 90% del tiempo por una sencilla pista perfectamente marcada.

Pronto, al pasar junto al puente Sarratieto, decidimos cruzar al otro margen del río, por el que circulaba mucha menos gente. Avanzamos entonces bajo el sendero que queríamos haber seguido, sobre los 1.900 m en la Sierra de las Cutas.

Altas paredes se levantan a ambos lados del valle generando unas vistas maravillosas.Allá donde apunten tus ojos, se siente una explosión de naturaleza viva e inalterada.

Y, en lo más profundo del valle, el río Arazas es el encargado de grabar en la retina una estampa difícil de olvidar.

Al poco volvemos a pasar sobre él, por medio del puente de Arripas, al camino original y más concurrido.

Enseguida se llega a la primera de las cascadas que se pueden observar en este recorrido: la Cascada de Arripas, escalonada y con bastante agua en esta época.

Enmarcada dentro de la abundante y frondosa vegetación, empieza a dar una idea de lo que espera en los siguientes kilómetros de camino (pinchar sobre la imagen para verla en grande).

La siguiente en aparecer sería la aún más llamativa cascada de El Estrecho. Encajada entre las rocas y de mayor altura, ofrece grandes posibilidades fotográficas y alrededor de ella se concentran los paparazzi con auténticas maquinones.

Tras un breve parón para inmortalizar el momento, continuamos con nuestro cometido, subiendo a través de un bosque de hayas con los colores del otoño en pleno fervor.

Aunque en ocasiones no es tan fácil adivinar la dirección a seguir, acabamos saliendo a un punto en el que el GR-11 es claramente visible otra vez. A partir de aquí y hasta la Cola de Caballo, avanzaremos la mayor parte del tiempo por pista.



Las chicas, que subían más atrás, se concedieron unos minutos de reláx en este lugar tan propicio.

A partir de ese precioso sitio, poco a poco el fondo del valle empieza a abrirse y pronto comienzan las vistas a las paredes que forman el Circo de Soaso.

Cada vez más abierto.

Al llegar al circo, la sensación de inmensidad que desprende es espectacular. Las proporciones son difíciles de asimilar y todo es enorme, como si fuese de otra categoría y nosotros pequeños seres que pasan desapercibidos ante las moles del entorno con el Monte Perdido dominándolo todo.

Y llegamos, por fin, tras casi 3 horas de caminata, a nuestro objetivo de la jornada: la cascada de Cola de Caballo.

Nos juntamos todos para comer algo y reponer fuerzas. El camino es fácil y sin grandes pendientes pero después de 3 horas no viene nada mal una paradita y mucho menos si se acompaña con un poco e jamón, frutas frescas y frutos secos.
En vista de la hora temprana en la que nos movíamos y que las fuerzas del grupo se mantenían aún, nos decidimos a subir un poco por la faja de Pelay, para tener una vista de la pradera y del Circo de Soaso más alta. Y pronto recibiríamos una recompensa que nos hacía ver que habíamos acertado con la decisión.

Esos metros extra sobre el fondo del valle aportan una perspectiva completamente distinta sobre el mismo lugar. Una sensación mayor de amplitud, pero esta vez dominándola.
Rápidamente llegamos al cartel que informa de no seguir ese itinerario pasadas (creo recordar) las 14:00 horas. Como no queríamos quedarnos con las ganas de hacer la parte más bonita y dura del trayecto, los chicos decidimos volver por la faja mientras que las chicas bajaban y deshacían el camino de ida. Este iba a ser nuestra trayectoria:

La ancha pista que habíamos catado anteriormente se convertía ahora en un sendero más estrecho, en ocasiones lindando con caídas de 50 metros a nuestra derecha.

Este tramo resultó, como ya imaginábamos, mucho más atractivo que el que seguimos en la subida hasta la Cola de Caballo. Tanto por la divertida senda como por las vistas privilegiadas sobre el valle de Ordesa.

Llevamos a término la subida en poco más de hora y media, siempre con una ligera pero evidente nevada acompañándonos.

Y poco más o menos el mismo tiempo nos llevó el descenso por la Senda de los Cazadores. La gran pendiente, los resaltos que hay que acometer y el cansancio acumulado pesaban mucho en nuestras piernas durante el kilómetro largo de bajada en el que se salva un desnivel de casi 600 metros.

Tanto es así que el llegar a terreno llano supuso para nosotros un gran alivio pudiendo dejar de forzar las piernas en cada movimiento de avance.
Nos juntamos con las chicas y disfrutamos de una bien merecida jarra de cerveza tras completar unos estiramientos que, en mi caso particular, además de resultar sumamente reparadores, evitaron a buen seguro la aparición de más agujetas al día siguiente.

Te puede interesar:
Guía de Ordesa Ed. Alpina = 10€ en el centro de Información y librerías.
Casa 4 plazas en Casa Esperanza = 60€ noche.

Acceso al parque de Ordesa = libre.

RUTA PRADERA DE ORDESA - FAJA DE PELAY (GPS)
Distancia recorrida = 23,01 kilómetros.

Desnivel acumulado= 1.059 m.
Tiempo invertido = 4:36 horas en marcha; 2:29 parados.
Material = Ninguno.
Dificultad = Moderada (fácil por la pradera de Ordesa).

Track GPS = Ordesa.

Centro de Información = parking de entrada al parque, en Torla.


miércoles, 3 de noviembre de 2010

Peñíscola

Al final del verano hicimos una breve escapada a Peñíscola, precioso y relajante lugar en el que mis padres pasan una semanita todos los años. Durante la semana de fiestas en Logroño por San Mateo, la mejor elección pasa por abandonar la ciudad en busca de lugares tranquilos, evitando el jaleo de las calles y los locales abarrotados.
Ya el año pasado contamos en JonyMao Travel, esta misma escapada, en la que, además, visitamos el delta del Ebro. Fueron unos días muy divertidos que nos sirvieron para desconectar profúndamente de la rutina laboral acostumbrada.
En esta ocasión creo que no recuerdo ni lo que fuimos viviendo en los 3 días que duró el mini-periodo vacacional. Es por ello que prefiero dar mayor protagonismo a las imágenes que pudimos sacar y dejar la narrativa reducida a la mínima expresión.
Así se resume pues, ese fin de semana largo:

El sábado pudimos ver desde la terraza del apartamento parte de la regata Benicarló-Peñíscola, observando los movimientos que hacían las embarcaciones para robarse el viento.

Por la tarde nos acercamos al Parque Natural Sierra de Irta, única zona costera libre de edificaciones desde Francia hasta Andalucía. Anduvimos por uno de sus múltiples senderos, muchos de los cuales asoman a la costa. Debido a su carácter montañoso, en muchas ocasiones se forman acantilados verticales

aunque también se observan líneas más suaves, como las características de extremo más cercano a Peñíscola.

Llegamos caminando hasta la torre Badum, torre de vigía de origen morisco, levantada en el año 1554. Conservada de una forma más que aceptable, se presenta con el acceso tapiado, alcual se llegaba por medio de cuerdas o escalas ya que se sitúa a media altura de la torre.

La fábrica es de mampostería trabada con cal y en la parte superior de su acceso, posee un matacán con funciones defensivas.

La temperatura era perfecta y las vistas desde ese punto, cuando faltaban pocos minutos para el atardecer, demoraron nuestra partida del lugar. Vimos el castillo del Papa Luna sobresaliendo imponente sobre la línea del mar.

Y aprovechamos para volver al coche mientras aún teníamos luz, no sin para a hacer algunas fotos de los rojizos colores del ocaso, mirando hacia la construcción de la que veníamos.

No dejamos pasar la oportunidad tampoco este año de acercarnos al castillo y callejear por esas calles con fachadas blancas repletas de tiendas y puestos. Callejuelas empedradas, murallas y miradores en muy buen estado que tranquilizan el ánimo de cualquiera al recorrerlas sin prisa y sin intención de llegar a ningún lado.

Paredes encaladas y balcones adornados con cerámicas coloridas acompañan al paseante prácticamente durante todo el recorrido.

Pasamos también por la zona del Bufador, conocido agujero en la roca pro el que el agua del mar llega hasta las casas del pueblo. Recientemente, se ha instalado allí un bar de estilo chill-out, aprovechando un marco inmejorable para tal propósito.

Y antes de volver al apartamento disfrutamos con las vistas de toda la costa iluminada con las luces de los locales, hoteles y restaurantes.

No pudimos hacer mucho más en esta escapada relámpago, que si que nos dio para hacer un amigo, una pequeña salamanquesa que nos esperaba cada noche de vuelta a casa en el pasillo.

Con gusto hicimos los más de mil kilómetros en 4 días que nos suponene acercarnos a esta parte nuestra geografía. La recompensa en forma de paz y tranquilidad supera con creces al cansancio del viaje el cuál, si se hace relajadamente y con alguna parada, no tiene porqué ser un inconveniente.