Distancia: 270 km // Tiempo: 2:30 h // Consumo: 24 L
Combustible: 22,32 € // Peajes: 12,80 € // Total: 35,12 €
Alojamiento: 0,00 € // Alimentación: 60,00 € // Varios: 40,00 €
El último día decidimos darnos un pequeño margen a la hora de ponernos en pie, aunque en el momento de la verdad María y Berta me llamaban por teléfono a las 9:00 de la mañana porque ya iban a salir a desayunar y contaban con que yo también anduviera despierto, cosa que era cierta.
Tomamos nuestros bollitos, sobaos y galletas y los cafés, leímos un poco e hicimos tiempo a que los más perezosos fueran despegándose de las sábanas, mientras Merce, la dueña de la casa, nos entretenía con historias de la zona.
En el plan del día teníamos anotado Santillana del Mar como único destino. Como emplearíamos la tarde en el viaje de vuelta solo disponíamos de media jornada para empaparnos de la historia y la cultura de la zona y la emplearíamos en ese municipio .
El trayecto desde Viveda se reduce a cerca de 5 minutos. Al llegar nos dirigimos al aparcamiento que hay junto a la Oficina de Turismo,
que me anoté como apto para pernoctar en él por sus características físicas aunque no me molesté en averiguar si está permitido.
Comenzamos nuestra visita por la calle Cantón, observando los numerosos comercios con productos típicos del lugar y echando un ojo a los candidatos a ser nuestro restaurante para ese día. Hicimos la primera parada en el Museo El Solar que alberga una exposición permanente de elementos de tortura empleados por la Inquisición, desde los más conocidos hasta los más viles.
La entrada cuesta unos 3€ y en el interior del museo existen piezas auténticas recuperadas para la exposición, como es el caso de un garrote vil usado por durante la dictadura de Franco.
Nos acercamos hasta el Palacio de los Velarde, en la Plaza de las Arenas. Es un edificio de transición del gótico al renacimiento que fue remodelado en el siglo XVII y que, aún teniendo unas proporciones muy considerables, posee una fachada sumamente austera.
Enfrente, en el otro extremo de la Plaza de las Arenas, encontramos el plato fuerte del municipio de Santillana: el Claustro y la Colegiata románica de Santa Juliana . Ésta es la composición del conjunto:
1. Frontis: con el pantócrator y los apóstoles y sobre ellos Santa Juliana en una hornacina barroca.
2. Campanil: antigua torre de campanas similar a la de Frómista, Palencia.
3. Entrada: la portada románica con arquivoltas sobre capiteles figurados une el templo con el atrio.
4. Claustro: de importancia a nivel nacional debido a la iconografía románica plasmada en su escultura.
5. Capiteles: un total de 43 con motivos decorativos, figurados, geométricos, bíblicos,...
6. Retablo: del siglo XVI, en la corriente gótica hispano-flamenca, muestra el martirio de la patrona y la vida de Cristo.
La entrada cuesta 3€ siendo los lunes el día de descanso semanal y bien merece la pena dedicar un buen rato a conocer todo lo posible mediante los múltiples paneles de la colegiata y la visita guiada que suena de fondo en el claustro. Además de los detalles arquitectónicos y artísticos, se relata el martirio sufrido por Santa Juliana, la patrona, que se negó ante su padre y su esposo a renunciar a la fe cristiana siendo ejecutada por orden de estos.
Abandonamos el monumento cuando ya se acercaba la hora de comer y pensando en dónde lo íbamos a hacer. Mientras lo decidíamos, nos acercamos hasta la Plaza Mayor, o Plaza de Ramón y Pelayo, que ya habíamos visto por la noche y que en esos momento bullía de actividad. En torno a la plaza se levantan edificios importantes como el Ayuntamiento, la Casa Torre de la Parra y la Casa del Águila entre otros.
En ese momento se encontraba por allí la Asociación Cultural de Artesanos de Cantabria, vestidos con trajes regionales y aprovechamos para inmortalizarlos con nuestras cámaras en el instante en que posaban para unas fotografías.
Noticia en el Diario Montañes
De camino hacia los coches seguimos oteando los diferentes comercios que abarrotan los bajos de los edificios hasta que nos decidimos por uno en el que hicimos acopio de anchoas de Santoña para repartir. Estaban muy bien de precio, 4 botes grandecitos a 20€, y realmente buenas una vez las he podido degustar.
A la hora de la comida finalmente elegimos hacer caso de la sugerencia que Merce nos haría el primer día y nos pasamos por el restaurante Casa Gloria, que se encuentra en la carretera CA-131 un poco antes de llegar al barrio de Queveda. Pedimos unos entrantes y ensaladas para hacer hambre para la parrillada que nos sacarían como plato fuerte. Siendo sincero, no quedamos muy impresionados: la carne no era mala pero estaba demasiado hecha y lo que más gustó fue la guarnición de patatas asadas con pimientos y salsas. Quizá la cantidad de gente que había en el local desmereció un poco los alimentos y fue la causante de que nos pidieran que abandonásemos la mesa para tomar el café en la zona de bar y así poder sentar a otro grupo.
Así lo hicimos mientras veíamos cómo terminaban de limpiar la zona del asador, con claras evidencias de dejar de servir comidas hasta la noche. Abonamos la cuenta, que nos pareció razonable, y nos convidaron a unos chupitos de crema de Orujo sabor manzana, de la famosísima casa Sierra del Oso (web).
En el aparcamiento del restaurante tuvimos las correspondientes despedidas para poder ir cada uno a su casa al llegar a Logroño. El viaje de vuelta fue muy tranquilo siguiendo el mismo itinerario que dos días antes por la autovía del Cantábrico y la AP-68.
Tomamos nuestros bollitos, sobaos y galletas y los cafés, leímos un poco e hicimos tiempo a que los más perezosos fueran despegándose de las sábanas, mientras Merce, la dueña de la casa, nos entretenía con historias de la zona.
En el plan del día teníamos anotado Santillana del Mar como único destino. Como emplearíamos la tarde en el viaje de vuelta solo disponíamos de media jornada para empaparnos de la historia y la cultura de la zona y la emplearíamos en ese municipio .
El trayecto desde Viveda se reduce a cerca de 5 minutos. Al llegar nos dirigimos al aparcamiento que hay junto a la Oficina de Turismo,
que me anoté como apto para pernoctar en él por sus características físicas aunque no me molesté en averiguar si está permitido.
Comenzamos nuestra visita por la calle Cantón, observando los numerosos comercios con productos típicos del lugar y echando un ojo a los candidatos a ser nuestro restaurante para ese día. Hicimos la primera parada en el Museo El Solar que alberga una exposición permanente de elementos de tortura empleados por la Inquisición, desde los más conocidos hasta los más viles.
La entrada cuesta unos 3€ y en el interior del museo existen piezas auténticas recuperadas para la exposición, como es el caso de un garrote vil usado por durante la dictadura de Franco.
Nos acercamos hasta el Palacio de los Velarde, en la Plaza de las Arenas. Es un edificio de transición del gótico al renacimiento que fue remodelado en el siglo XVII y que, aún teniendo unas proporciones muy considerables, posee una fachada sumamente austera.
Enfrente, en el otro extremo de la Plaza de las Arenas, encontramos el plato fuerte del municipio de Santillana: el Claustro y la Colegiata románica de Santa Juliana . Ésta es la composición del conjunto:
1. Frontis: con el pantócrator y los apóstoles y sobre ellos Santa Juliana en una hornacina barroca.
2. Campanil: antigua torre de campanas similar a la de Frómista, Palencia.
3. Entrada: la portada románica con arquivoltas sobre capiteles figurados une el templo con el atrio.
4. Claustro: de importancia a nivel nacional debido a la iconografía románica plasmada en su escultura.
5. Capiteles: un total de 43 con motivos decorativos, figurados, geométricos, bíblicos,...
6. Retablo: del siglo XVI, en la corriente gótica hispano-flamenca, muestra el martirio de la patrona y la vida de Cristo.
La entrada cuesta 3€ siendo los lunes el día de descanso semanal y bien merece la pena dedicar un buen rato a conocer todo lo posible mediante los múltiples paneles de la colegiata y la visita guiada que suena de fondo en el claustro. Además de los detalles arquitectónicos y artísticos, se relata el martirio sufrido por Santa Juliana, la patrona, que se negó ante su padre y su esposo a renunciar a la fe cristiana siendo ejecutada por orden de estos.
Abandonamos el monumento cuando ya se acercaba la hora de comer y pensando en dónde lo íbamos a hacer. Mientras lo decidíamos, nos acercamos hasta la Plaza Mayor, o Plaza de Ramón y Pelayo, que ya habíamos visto por la noche y que en esos momento bullía de actividad. En torno a la plaza se levantan edificios importantes como el Ayuntamiento, la Casa Torre de la Parra y la Casa del Águila entre otros.
En ese momento se encontraba por allí la Asociación Cultural de Artesanos de Cantabria, vestidos con trajes regionales y aprovechamos para inmortalizarlos con nuestras cámaras en el instante en que posaban para unas fotografías.
Noticia en el Diario Montañes
De camino hacia los coches seguimos oteando los diferentes comercios que abarrotan los bajos de los edificios hasta que nos decidimos por uno en el que hicimos acopio de anchoas de Santoña para repartir. Estaban muy bien de precio, 4 botes grandecitos a 20€, y realmente buenas una vez las he podido degustar.
A la hora de la comida finalmente elegimos hacer caso de la sugerencia que Merce nos haría el primer día y nos pasamos por el restaurante Casa Gloria, que se encuentra en la carretera CA-131 un poco antes de llegar al barrio de Queveda. Pedimos unos entrantes y ensaladas para hacer hambre para la parrillada que nos sacarían como plato fuerte. Siendo sincero, no quedamos muy impresionados: la carne no era mala pero estaba demasiado hecha y lo que más gustó fue la guarnición de patatas asadas con pimientos y salsas. Quizá la cantidad de gente que había en el local desmereció un poco los alimentos y fue la causante de que nos pidieran que abandonásemos la mesa para tomar el café en la zona de bar y así poder sentar a otro grupo.
Así lo hicimos mientras veíamos cómo terminaban de limpiar la zona del asador, con claras evidencias de dejar de servir comidas hasta la noche. Abonamos la cuenta, que nos pareció razonable, y nos convidaron a unos chupitos de crema de Orujo sabor manzana, de la famosísima casa Sierra del Oso (web).
En el aparcamiento del restaurante tuvimos las correspondientes despedidas para poder ir cada uno a su casa al llegar a Logroño. El viaje de vuelta fue muy tranquilo siguiendo el mismo itinerario que dos días antes por la autovía del Cantábrico y la AP-68.