Habiendo aguantado las ganas de fiesta que teníamos la noche anterior, el movimiento se produjo en el albergue. Resultó ser una velada sonora hasta el punto en que Pachi primero y otro compañero de cuarto después, se sacaron los colchones al pasillo a dormir... aunque para Pachi no resultó todo lo bien que cabría esperar.
Fuimos muy madrugadores esa mañana y salimos del albergue aún con las calles a oscuras y con vecinos que regresaban a casa después de toda la noche disfrutando las fiestas.
Avanzamos tranquilos en el desperezarse de cada mañana por las calles de Estella buscando la salida que nos encamine hacia Ayegui. La etapa que nos aguarda no será demasiado larga pero nos la queremos tomar sin prisa, sin tiempos de llegada marcados.
Al poco de salir nos encontramos bajos las murallas del monasterio de Irache, habiendo pasado cinco minutos antes por la Fuente del Vino, en las bodegas Irache donde muchos peregrinos echaban el típico trago para "coger fuerza y vitalidad".
Dejamos atrás las murallas del antiguo hospital de peregrinos cuando ya la luz es patente a nuestro alrededor y el sol empieza a calentar la tierra.
Ha sido una noche muy despejada, sin nubes en el cielo que mantuvieran el calor cerca del suelo y, aunque al sol se nota el calor aumentado por la actividad, la sombra resulta fresca y obliga a apretar el paso.
Pasamos sin pena ni gloria por Azqueta, un pequeño grupo de casas apiñadas, rumbo a la primera parada programada en el camino, el último pueblo que crucemos antes de llegar al final, Villamayor de Monjardín. La vida ya ha despertado completamente a estar horas, aunque es seguro que algunos llevan ya por los campos bastante tiempo, impasibles ante la grandeza de los paredones de la sierra de Urbasa.
Visible incluso en jornadas anteriores, ya nos encontramos casi al pie de otro de los puntos más reconocibles del Camino de Santiago, el castillo de Mojardín que se levantó en torno al siglo X en una altozano a 890 m de altitud. La curiosa forma del monte en el que está construido está ya al alcance de nuestros pies.
Y medio kilómetro antes de la entrada al pueblo nos encontramos la fuente de Monjardín, un monumento medieval que también tuvo que ver con Carlomagno, cuando este mandó quedarse en el campamento a los 150 hombres que un ángel le había señalado que perecerían. A su vuelta de combatir con el caudillo Furré, se los encontró a todos misteriosamente muertos.
Aprovechamos para hacer un merecido descanso. Habíamos recorrido nueve kilómetros ya, el sol estaba empezando a calentar con ganas y por delante nos esperaban otros once kilómetros sin ningún pueblo para avituallar. Nos sentamos en una mesa de la terraza en el bar del frontón, al tiempo que una pareja de estadounidenses (creo) levantaban el nido donde habían hecho noche. Su alojamiento ese día había sido la esquina del frontis envueltos en sus sacos.
Justo al lado hay un busto en conmemoración de Sancho Garcés, que fue enterrado en el castillo de Monjardín, que se llamaba originariamente castillo de San Esteban de Deyo.
Muchos peregrinos, por no decir todos, tuvimos la misma idea de avituallar en condiciones el el pequeño pueblo. Era un preparación para el largo tramo hasta otra población que sería ya el objetivo del día, Los Arcos. El hecho de que todos decidiésemos parar el mismo lugar, provocó que la puesta en marcha de nuevo resultase más multitudinaria de lo normal.
Aunque cueste creerlo, pocas fotografías tomamos en el resto del camino hasta nuestro destino. Resultó un tramo largo, cansado y muy aburrido. El paisaje se hace en esta zona más llano y monótono, muy seco y muy repetitivo.
Paramos un rato a la sombra que buenamente pudimos rascarle a un arbolito, mientras veíamos como nos iban adelantando muchos de nuestros compañeros de viaje, caminando bajo el duro sol del mediodía.
Los últimos metros se hicieron bastante duros para mi tras sufrir un pinchazo de dolor en la rodilla izquierda mientras bajábamos la última rampa hacia Los Arcos.
Miramos un par de sitios antes de elegir hospedaje, pero creo que acertamos plenamente, por el buen ambiente que generaba nuestro albergue, la Casa de Austria, regentado cada 15 días por personas diferentes, eso sí todas extranjeras y sin idea de castellano. Aquello era una amalgama de nacionalidades, culturas y acentos que resultaba casi lo normal, lo esperado, en un entorno como ese.
Tuvimos una habitación para nosotros cuatro, lo que supone claramente una ventaja aunque hubiera que compartir el baño con el resto de los alojados (que hay que decir que estaba muy limpio). Salas de juegos, comedores, balcones y una terraza interior (la que se ve en la foto) que daban un ambiente cálido y hogareño.
Salimos a comer y un niño de 12 años nos recomendó un lugar, el Mónaco, donde comimos un menú de lujo y mis compañeros de mesa se partieron de risa unas cuantas veces de lo cansados que estaban. Tanto como para contagiar las carcajadas a una señora que se sentaba en otra mesa y que no entendía el español pero sí las risotadas que pegaban los tres.
Nos fuimos a echar un siesta al albergue. La mía de 45 minutos, la suya de 2:30 horas. Y después dimos una vuelta por el pueblo (bueno, yo dos) acercandonos hasta la plaza de la iglesia de Santa María, donde primero hicimos la compra y luego nos tomamos unas cervezas sentados en la terraza de un bar.
Cenamos en el albergue hasta que a las 22:00 se nos hizo la hora de ir a dormir, esperando impacientes las jornada que nos llevaría a pasar por casa, a dormir en nuestras camas. Pero sería todavía dentro de unos cuantos kilómetros.
Te puede interesar:
Información sobre el Camino de Santiago = link web de Consumer.
LOS ARCOS
¿Dónde comer? = Restaurante Mónaco, un pequeño lujo de menú por 14€.
¿Dónde dormir? = El albergue La Fuente, Casa de Austria, es el que nosotrs recomendamos. Divertido, completo y con encanto, por 8€/persona (10€ en habitaciones reducidas).
DATOS DE LA ETAPA
Distancia = 21,5 km.
Desnivel positivo = 330 m.
Altura mínima / máxima = 420 / 680 m.
Porcentaje asfalto / tierra = 15 / 85.
Fuimos muy madrugadores esa mañana y salimos del albergue aún con las calles a oscuras y con vecinos que regresaban a casa después de toda la noche disfrutando las fiestas.
Avanzamos tranquilos en el desperezarse de cada mañana por las calles de Estella buscando la salida que nos encamine hacia Ayegui. La etapa que nos aguarda no será demasiado larga pero nos la queremos tomar sin prisa, sin tiempos de llegada marcados.
Al poco de salir nos encontramos bajos las murallas del monasterio de Irache, habiendo pasado cinco minutos antes por la Fuente del Vino, en las bodegas Irache donde muchos peregrinos echaban el típico trago para "coger fuerza y vitalidad".
Dejamos atrás las murallas del antiguo hospital de peregrinos cuando ya la luz es patente a nuestro alrededor y el sol empieza a calentar la tierra.
Ha sido una noche muy despejada, sin nubes en el cielo que mantuvieran el calor cerca del suelo y, aunque al sol se nota el calor aumentado por la actividad, la sombra resulta fresca y obliga a apretar el paso.
Pasamos sin pena ni gloria por Azqueta, un pequeño grupo de casas apiñadas, rumbo a la primera parada programada en el camino, el último pueblo que crucemos antes de llegar al final, Villamayor de Monjardín. La vida ya ha despertado completamente a estar horas, aunque es seguro que algunos llevan ya por los campos bastante tiempo, impasibles ante la grandeza de los paredones de la sierra de Urbasa.
Visible incluso en jornadas anteriores, ya nos encontramos casi al pie de otro de los puntos más reconocibles del Camino de Santiago, el castillo de Mojardín que se levantó en torno al siglo X en una altozano a 890 m de altitud. La curiosa forma del monte en el que está construido está ya al alcance de nuestros pies.
Y medio kilómetro antes de la entrada al pueblo nos encontramos la fuente de Monjardín, un monumento medieval que también tuvo que ver con Carlomagno, cuando este mandó quedarse en el campamento a los 150 hombres que un ángel le había señalado que perecerían. A su vuelta de combatir con el caudillo Furré, se los encontró a todos misteriosamente muertos.
Aprovechamos para hacer un merecido descanso. Habíamos recorrido nueve kilómetros ya, el sol estaba empezando a calentar con ganas y por delante nos esperaban otros once kilómetros sin ningún pueblo para avituallar. Nos sentamos en una mesa de la terraza en el bar del frontón, al tiempo que una pareja de estadounidenses (creo) levantaban el nido donde habían hecho noche. Su alojamiento ese día había sido la esquina del frontis envueltos en sus sacos.
Justo al lado hay un busto en conmemoración de Sancho Garcés, que fue enterrado en el castillo de Monjardín, que se llamaba originariamente castillo de San Esteban de Deyo.
Muchos peregrinos, por no decir todos, tuvimos la misma idea de avituallar en condiciones el el pequeño pueblo. Era un preparación para el largo tramo hasta otra población que sería ya el objetivo del día, Los Arcos. El hecho de que todos decidiésemos parar el mismo lugar, provocó que la puesta en marcha de nuevo resultase más multitudinaria de lo normal.
Aunque cueste creerlo, pocas fotografías tomamos en el resto del camino hasta nuestro destino. Resultó un tramo largo, cansado y muy aburrido. El paisaje se hace en esta zona más llano y monótono, muy seco y muy repetitivo.
Paramos un rato a la sombra que buenamente pudimos rascarle a un arbolito, mientras veíamos como nos iban adelantando muchos de nuestros compañeros de viaje, caminando bajo el duro sol del mediodía.
Los últimos metros se hicieron bastante duros para mi tras sufrir un pinchazo de dolor en la rodilla izquierda mientras bajábamos la última rampa hacia Los Arcos.
Miramos un par de sitios antes de elegir hospedaje, pero creo que acertamos plenamente, por el buen ambiente que generaba nuestro albergue, la Casa de Austria, regentado cada 15 días por personas diferentes, eso sí todas extranjeras y sin idea de castellano. Aquello era una amalgama de nacionalidades, culturas y acentos que resultaba casi lo normal, lo esperado, en un entorno como ese.
Tuvimos una habitación para nosotros cuatro, lo que supone claramente una ventaja aunque hubiera que compartir el baño con el resto de los alojados (que hay que decir que estaba muy limpio). Salas de juegos, comedores, balcones y una terraza interior (la que se ve en la foto) que daban un ambiente cálido y hogareño.
Salimos a comer y un niño de 12 años nos recomendó un lugar, el Mónaco, donde comimos un menú de lujo y mis compañeros de mesa se partieron de risa unas cuantas veces de lo cansados que estaban. Tanto como para contagiar las carcajadas a una señora que se sentaba en otra mesa y que no entendía el español pero sí las risotadas que pegaban los tres.
Nos fuimos a echar un siesta al albergue. La mía de 45 minutos, la suya de 2:30 horas. Y después dimos una vuelta por el pueblo (bueno, yo dos) acercandonos hasta la plaza de la iglesia de Santa María, donde primero hicimos la compra y luego nos tomamos unas cervezas sentados en la terraza de un bar.
Cenamos en el albergue hasta que a las 22:00 se nos hizo la hora de ir a dormir, esperando impacientes las jornada que nos llevaría a pasar por casa, a dormir en nuestras camas. Pero sería todavía dentro de unos cuantos kilómetros.
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LOS ARCOS
¿Dónde comer? = Restaurante Mónaco, un pequeño lujo de menú por 14€.
¿Dónde dormir? = El albergue La Fuente, Casa de Austria, es el que nosotrs recomendamos. Divertido, completo y con encanto, por 8€/persona (10€ en habitaciones reducidas).
DATOS DE LA ETAPA
Distancia = 21,5 km.
Desnivel positivo = 330 m.
Altura mínima / máxima = 420 / 680 m.
Porcentaje asfalto / tierra = 15 / 85.