Emprendimos con ganas el viaje a esquiar de este año. Los planes que empezamos a hacer muchos meses atrás se vieron en parte truncados por motivos económicos que no han lugar en este blog, pero como queríamos mantener esa costumbre empezada el año anterior, decidimos hacerla aunque fuese mas cerca de casa y menos tiempo de lo que queríamos.
Por esos motivos la zona elegida fue el pirineo aragonés, que no es ni mucho menos un mal destino para estos menesteres. De hecho son casi 350 kilómetros esquiables repartidos en las 7 estaciones aragonesas (la mayor superficie de España). Y para hacer noche, centramos el campo base en Jaca, a 30 km de Astún y Candanchú, y a 60 de Formigal y Panticosa.
Día 1: Logroño - Jaca
Distancia: 192 km // Tiempo: 2:15 h // Consumo: 17 L
Combustible: 16,07 € // Peajes: 0,00 € // Total: 16,07 €
Alojamiento: 225,00 € // Alimentación: 42,70 € // Varios: 50,00 €
Itinerario ViaMichelin
Pese a ser una de las inversiones para la furgoneta que mas contemplamos, aun no hemos completado el paso para la instalación de la calefacción estática (que funciona con el motor parado, quemando algo de gasoil). Esto nos lleva a no poder abordar viajes con pernocta en ella durante los meses mas fríos. Por esta razón tuvimos que buscar un alojamiento.
Elegimos la ciudad de Jaca, que suponíamos llena de historia y que se encuentra bastante centrada respecto a las estaciones mas grandes de la zona. Encontramos por internet una buena oferta que no tardamos nada en aceptar.
Se trataba de una pack de tres noches de hotel + 3 forfait para dos personas por 275€. El alojamiento seria en el Hotel Real de Jaca y los forfaits eran válidos para la estación de Candanchú.
El camino desde Logroño hasta Jaca es cada vez más cómodo. La A-12 entre nuestra ciudad y Pamplona reduce el tiempo empleado a unos 40-45 minutos en un viaje apacible y relajado. Con un poco de suerte además se puede tener la posibilidad de ver algún ave de presa cazar conejos o ratones en las inmediaciones de la autovía.
El paso por Pamplona hacia tierras mañas nos obliga a pasar frente a las instalaciones de Volumen4, lugar de procedencia de nuestra compi de viajes, y que siempre acabo mirando de reojo con una gran sentimiento de nostalgia. Siempre recuerdo aquellos momentos en que la veía por primera vez y pensaba en lo inmensa que parecía entonces.
Desde la capital navarra y en dirección al centro neurálgico de la comarca de Jacetania, avanza poco a poco la correspondiente vía rápida, la A-21, que actualmente llega hasta la altura de Sangüesa, en la misma rotonda que nos conduce a las foces de Lumbier y de Arbayún que ya visitamos y mostramos en JonyMao Travel. A partir de este punto continúa la antigua N-240, más lenta y retorcida, cuyo mayor atractivo es el paso por el embalse de Yesa. Con un agua azul turquesa es precioso verlo cuando el sol está empezando ya a asomar por encima de la pequeña sierra que hay al otro lado del mismo. Cuando el agua esta baja se puede acceder a las aguas termales de Tiermas, pueblo que quedo abandonado tras el cierre de las compuertas del embalse.
A media hora de camino tenemos nuestro destino, Jaca El corazón del Pirineo. No nos dimos ninguna prisa en salir, y terminamos llegando al hotel, sito en la c/ Membrilleras, cerca de las 14:00 ya con bastante hambre en el cuerpo.
El hotel cuenta con 78 habitaciones bastante bien acondicionadas. En nuestro caso cama de matrimonio enorme, no sabría decir cuánto pero podría llegar a los 2 metros, pantalla plana, minibar, conexión wifi, armarios amplios,... aunque he de decir que no me emocionó el color de la pared y que la calefacción estaba desorbitadamente alta para mi gusto.
Como no eran horas de ponerse a buscar un lugar para comer decidimos hacerlo en el restaurante del hotel. Creo que esta será la parte que menos nos gustó de nuestra estancia allí. La comida no era nada del otro mundo, más bien corriente tirando a mala, acompañada con un mal vino y a razón de 12,5 € + IVA por persona.
Dado que los siguientes días iban a ser de esquí y que hacía mucho tiempo que no tenemos un fin de semana para descansar, lo que hicimos a continuación de la comida fue echarnos una reparadora siesta de 2 horas. Con la ventana abierta para no axfisiarnos de calor y en esa pedazo de cama, hay que reconocer que, aunque no soy nada amigo de la siesta, me vino francamente bien.
Ya corrían las seis de la tarde cuando empezamos a desperezarnos y a plantearnos qué íbamos a hacer esa tarde. Levantarnos de la cama, ducharnos, vestirnos y salir nos llevó casi otra hora y no dejábamos el hotel hasta las 19:00. Nuestro único plan consistía en deambular un poco por el casco viejo de la ciudad haciendo tiempo hasta la cena, ya que asumíamos que a esas horas pocas cosas de interés íbamos a encontrar abiertas.
Recorrimos las calles sin un destino concreto, por el mero hecho de vagar observando a nuestro alrededor y perdiéndonos literalmente, ya que no contábamos con ningún plano de la localidad. El reducido tamaño del centro de Jaca hizo que nuestro desvarío no fuera a mayores y, tras un rato algo desubicados, reconocimos una calle que ya habíamos pasado.
Era una tarde húmeda, lluviosa pero como con recelo, sin querer caer con ganas. El clima era más frío de lo que valoramos desde nuestra habitación y, mientras nosotros paseábamos ataviados con los cortavientos, en las terrazas de los bares, además de los calentadores con forma de farola se podían ver sillas con mantas individuales para taparse mientras te tomas un refrigerio.
Vimos de pasada la Catedral, la c/ Mayor donde se encuentra el Ayuntamiento, la iglesia de san Salvador y san Ginés y la Torre del Reloj, todo ello sin detenernos a examinarlos con tranquilidad a causa de la ligera lluvia y el intenso frío. Frío éste que solo debía de afectarnos a nosotros, si bien los oriundos del lugar campaban por las calles muchas veces cubiertos con un jersey o, a lo sumo, una fina chaqueta.
Buscamos un lugar donde cenar, que fuera agradable y limpio y que no nos costase un ojo de la cara. Encontramos un bar que nos dio al ojo en la Plaza Cortes de Aragón que llevaba por nombre Aledaños. Al menos ese es el que se reflejaba en las servilletas de papel, aunque no estoy seguro de que fuera así en el cartel de la calle.
Antes de ponernos a comer nos tomamos una caña para ver qué pinta tenía la comida y una vez convencidos de que el sitio cumplía todos los requisitos pensamos qué pedir. Con una ensalada de setas y gulas y un bocadillo de jamón con pimiento verde completamos el menú de la noche. Nos encantó el detalle de que el pan (muy bueno) venga untado en tomate; es un toque que no representa mucho coste económico para el restaurante pero que hace que vuelvas a repetir. Siempre he pensado que el secreto de un buen bocadillo está en el pan.
De allí volvimos a la furgo para ir al hotel, bajando la cena con un pequeño paseo por la Avda. Primer Viernes de Mayo, con la oscuridad que ya se había apoderado de la ciudadela enfrente nuestro. Durante el camino nos percatamos de que Jaca es un punto importante para el Camino de Santiago al igual que éste lo es para Jaca.
Ya de vuelta, buscamos un espacio en el pequeño aparcamiento del hotel (que no contará con más de 15 ó 16 plazas) para no dejar a la intemperie a nuestra furgoneta, ya que la noche prometía ser bastante fría. En la habitación pusimos un rato la tele, pero fue más para obtener el efecto balsámico de los sonidos que emitía, que para ver la programación. En media hora nuestros párpados se cerraron hasta el día siguiente.
Por esos motivos la zona elegida fue el pirineo aragonés, que no es ni mucho menos un mal destino para estos menesteres. De hecho son casi 350 kilómetros esquiables repartidos en las 7 estaciones aragonesas (la mayor superficie de España). Y para hacer noche, centramos el campo base en Jaca, a 30 km de Astún y Candanchú, y a 60 de Formigal y Panticosa.
Día 1: Logroño - Jaca
Distancia: 192 km // Tiempo: 2:15 h // Consumo: 17 L
Combustible: 16,07 € // Peajes: 0,00 € // Total: 16,07 €
Alojamiento: 225,00 € // Alimentación: 42,70 € // Varios: 50,00 €
Itinerario ViaMichelin
Pese a ser una de las inversiones para la furgoneta que mas contemplamos, aun no hemos completado el paso para la instalación de la calefacción estática (que funciona con el motor parado, quemando algo de gasoil). Esto nos lleva a no poder abordar viajes con pernocta en ella durante los meses mas fríos. Por esta razón tuvimos que buscar un alojamiento.
Elegimos la ciudad de Jaca, que suponíamos llena de historia y que se encuentra bastante centrada respecto a las estaciones mas grandes de la zona. Encontramos por internet una buena oferta que no tardamos nada en aceptar.
Se trataba de una pack de tres noches de hotel + 3 forfait para dos personas por 275€. El alojamiento seria en el Hotel Real de Jaca y los forfaits eran válidos para la estación de Candanchú.
El camino desde Logroño hasta Jaca es cada vez más cómodo. La A-12 entre nuestra ciudad y Pamplona reduce el tiempo empleado a unos 40-45 minutos en un viaje apacible y relajado. Con un poco de suerte además se puede tener la posibilidad de ver algún ave de presa cazar conejos o ratones en las inmediaciones de la autovía.
El paso por Pamplona hacia tierras mañas nos obliga a pasar frente a las instalaciones de Volumen4, lugar de procedencia de nuestra compi de viajes, y que siempre acabo mirando de reojo con una gran sentimiento de nostalgia. Siempre recuerdo aquellos momentos en que la veía por primera vez y pensaba en lo inmensa que parecía entonces.
Desde la capital navarra y en dirección al centro neurálgico de la comarca de Jacetania, avanza poco a poco la correspondiente vía rápida, la A-21, que actualmente llega hasta la altura de Sangüesa, en la misma rotonda que nos conduce a las foces de Lumbier y de Arbayún que ya visitamos y mostramos en JonyMao Travel. A partir de este punto continúa la antigua N-240, más lenta y retorcida, cuyo mayor atractivo es el paso por el embalse de Yesa. Con un agua azul turquesa es precioso verlo cuando el sol está empezando ya a asomar por encima de la pequeña sierra que hay al otro lado del mismo. Cuando el agua esta baja se puede acceder a las aguas termales de Tiermas, pueblo que quedo abandonado tras el cierre de las compuertas del embalse.
A media hora de camino tenemos nuestro destino, Jaca El corazón del Pirineo. No nos dimos ninguna prisa en salir, y terminamos llegando al hotel, sito en la c/ Membrilleras, cerca de las 14:00 ya con bastante hambre en el cuerpo.
El hotel cuenta con 78 habitaciones bastante bien acondicionadas. En nuestro caso cama de matrimonio enorme, no sabría decir cuánto pero podría llegar a los 2 metros, pantalla plana, minibar, conexión wifi, armarios amplios,... aunque he de decir que no me emocionó el color de la pared y que la calefacción estaba desorbitadamente alta para mi gusto.
Como no eran horas de ponerse a buscar un lugar para comer decidimos hacerlo en el restaurante del hotel. Creo que esta será la parte que menos nos gustó de nuestra estancia allí. La comida no era nada del otro mundo, más bien corriente tirando a mala, acompañada con un mal vino y a razón de 12,5 € + IVA por persona.
Dado que los siguientes días iban a ser de esquí y que hacía mucho tiempo que no tenemos un fin de semana para descansar, lo que hicimos a continuación de la comida fue echarnos una reparadora siesta de 2 horas. Con la ventana abierta para no axfisiarnos de calor y en esa pedazo de cama, hay que reconocer que, aunque no soy nada amigo de la siesta, me vino francamente bien.
Ya corrían las seis de la tarde cuando empezamos a desperezarnos y a plantearnos qué íbamos a hacer esa tarde. Levantarnos de la cama, ducharnos, vestirnos y salir nos llevó casi otra hora y no dejábamos el hotel hasta las 19:00. Nuestro único plan consistía en deambular un poco por el casco viejo de la ciudad haciendo tiempo hasta la cena, ya que asumíamos que a esas horas pocas cosas de interés íbamos a encontrar abiertas.
Recorrimos las calles sin un destino concreto, por el mero hecho de vagar observando a nuestro alrededor y perdiéndonos literalmente, ya que no contábamos con ningún plano de la localidad. El reducido tamaño del centro de Jaca hizo que nuestro desvarío no fuera a mayores y, tras un rato algo desubicados, reconocimos una calle que ya habíamos pasado.
Era una tarde húmeda, lluviosa pero como con recelo, sin querer caer con ganas. El clima era más frío de lo que valoramos desde nuestra habitación y, mientras nosotros paseábamos ataviados con los cortavientos, en las terrazas de los bares, además de los calentadores con forma de farola se podían ver sillas con mantas individuales para taparse mientras te tomas un refrigerio.
Vimos de pasada la Catedral, la c/ Mayor donde se encuentra el Ayuntamiento, la iglesia de san Salvador y san Ginés y la Torre del Reloj, todo ello sin detenernos a examinarlos con tranquilidad a causa de la ligera lluvia y el intenso frío. Frío éste que solo debía de afectarnos a nosotros, si bien los oriundos del lugar campaban por las calles muchas veces cubiertos con un jersey o, a lo sumo, una fina chaqueta.
Buscamos un lugar donde cenar, que fuera agradable y limpio y que no nos costase un ojo de la cara. Encontramos un bar que nos dio al ojo en la Plaza Cortes de Aragón que llevaba por nombre Aledaños. Al menos ese es el que se reflejaba en las servilletas de papel, aunque no estoy seguro de que fuera así en el cartel de la calle.
Antes de ponernos a comer nos tomamos una caña para ver qué pinta tenía la comida y una vez convencidos de que el sitio cumplía todos los requisitos pensamos qué pedir. Con una ensalada de setas y gulas y un bocadillo de jamón con pimiento verde completamos el menú de la noche. Nos encantó el detalle de que el pan (muy bueno) venga untado en tomate; es un toque que no representa mucho coste económico para el restaurante pero que hace que vuelvas a repetir. Siempre he pensado que el secreto de un buen bocadillo está en el pan.
De allí volvimos a la furgo para ir al hotel, bajando la cena con un pequeño paseo por la Avda. Primer Viernes de Mayo, con la oscuridad que ya se había apoderado de la ciudadela enfrente nuestro. Durante el camino nos percatamos de que Jaca es un punto importante para el Camino de Santiago al igual que éste lo es para Jaca.
Ya de vuelta, buscamos un espacio en el pequeño aparcamiento del hotel (que no contará con más de 15 ó 16 plazas) para no dejar a la intemperie a nuestra furgoneta, ya que la noche prometía ser bastante fría. En la habitación pusimos un rato la tele, pero fue más para obtener el efecto balsámico de los sonidos que emitía, que para ver la programación. En media hora nuestros párpados se cerraron hasta el día siguiente.