lunes, 20 de diciembre de 2010

Circular al Monte Laturce

Con la fiebre que nos está dando ultimamente por pasarnos el día en el monte, era imprescindible sacar al menos una mañana de pateo durante el puente de la Constitución. Como el tiempo no era para tirar cohetes y la economía menos, decidimos quedarnos cerca de casa y conocer algo de los montes que nos rodean y que aún no conocemos lo suficiente, en lugar de darnos la panzada de kilómetros.
Elegimos Clavijo y el cerro que se alza a su lado, el monte Laturce. Situado a 15 kilómetros de Logroño hacia el Sur y elevado a unos 870 msnm, cuenta en la actualidad con menos de 300 habitantes. Uno de sus principales atractivos turísticos fue lo que nos llamó cual canto de sirena: el afamado Castillo de Clavijo.

Pero no sería lo primero que haríamos esa mañana. Antes habríamos de rodear el monte Laturce en una ruta de casi 7 kilómetros y que nos llevó cerca de 3 horas contando paradas.


Iniciamos el camino saliendo del municipio en dirección Norte, primero por la carretera que conduce hasta el pueblo y enseguida por un desvío a mano derecha con suave pendiente.

Pronto encontramos el primer punto que puede generar confusión: una desviación en el camino que seguiremos hacia la derecha, por el sendero más cercano al monte que nos interesa.

Obtenemos ya unas vistas sobre la capital riojana preciosas, con un cielo que auguraba una luz perfecta para las fotos del día.

Poco después del desvío el camino inicia un descenso que, por tramos, resultará bastante empinado, lo que mina las intenciones que teníamos desde hace tiempo de dar la vuelta en bici.

Caminamos en todo momento por pistas anchas y fáciles, que no tienen posibilidad de pérdida.

Al emprender el giro en la dirección de las agujas del reloj, siempre tendremos el monte a nuestra derecha.

No somos los únicos que han decidido pasear por estos lares. En varias ocasiones nos cruzamos con senderistas, ciclistas y otros usuarios que prefieren tener más ventajas.

A medida que vamos completando el rodeo al monte, sus paredes aparecen más escarpadas. Se intuyen varios canales interesantes para llegar a la cima e incluso algunas posibles vías de escalada (por lo menos a través de los ojos de un recién iniciado en la escalada ávido por subir nuevas paredes).

Mientras continuamos nuestro caminar, aparece ya entre la piedra y la vegetación de Peña Aguda uno de los puntos fuertes del día: el Monasterio de San Prudencio.

Hoy en día solo quedan las ruinas de las dos iglesias (de los siglos XII y XVII) y del caserío que las rodeaba.

Aún a la vista del lamentable estado en el que se encuentra nos pareció un lugar ideal para hacer un pequeño alto en el camino y almorzamos el puñado de almendrucos que habíamos cogido minutos antes, junto con las piezas de fruta que traíamos de casa. Pero antes haríamos un recorrido turístico-investigador por el interior de la enorme estructura.

Se intuyen aún perfectamente muchas de las salas que conformaron el complejo y se puede acceder a muchas de ellas por los huecos existentes en los muros, ya sean puertas y ventanas o secciones derruidas.

Sin embargo ninguna parte de la cubierta ha conseguido resistir el envite del paso del tiempo, al igual que una parte importante de los tramos altos de las paredes. La vegetación ha ido acomodándose en todos los huecos que ha encontrado.

Las vistas del entorno desde aquí dan una idea del motivo por el que se eligió este enclave para levantar los sucesivos edificios.

Determinadas salas todavía conservan sus líneas generales casi intactas, en parte por no haber recibido la caída de la cubierta sobre sí mismas, en parte por encontrarse más resguardadas de las inclemencias del tiempo y de la erosión.

Tras el breve parón para recuperar energía, nos pusimos de nuevo en pie para empezar a ganar altura, comenzando por subir a las cotas más altas del monasterio. Desde allí lanzaríamos un último vistazo a la construcción que nos había encandilado y a las tierras sobre las que se alza con las pocas fuerzas que le quedan.

Y nos despediríamos hasta la próxima de la Peña Aguda, para empezar a ascenderla por su vertiente Norte.

A partir de aquí se suceden los tramos de elevadas pendientes para salvar un desnivel de 200 metros en menos de un kilómetro.

El camino, casi siempre ascendente, ha sido acondicionado recientemente, resultando agradable de andar incluso considerando las rampas que hay que afrontar.

Menos de media hora después de haber abandonado el Monasterio de San Prudencio emprendemos el ascenso del último tramo de recorrido, que será precisamente el más duro.

De vuelta al pueblo quisimos acercarnos hasta el castillo para ver sus restos. La caminata nos deja en la parte más meridional del pueblo por lo que tendremos que cruzarlo de Sur a Norte. En el camino nos encontramos con vecinos y demás ocupantes del pueblo.

Recorrimos las ruinas de la edificación, aunque no es mucho lo que podemos encontrar allí. Las batallas acaecidas entre musulmanes y cristianos y el paso de los años fueron deteriorando el estado de los muros.

De lo que sí puede presumir es de ser un atrio impresionante sobre gran parte de la Comunidad Autónoma, incluido Logroño.

Hacia este lado, la cruz de Santiago se mantiene altiva sobre las tierras circundantes, como dando testimonio de haberse impuesto en las batallas libradas en el lugar.

Hacia el otro lado, antes de volver a los coches, poco tenemos que ver. Los restos de la muralla almenada y lo que conforma la cima de muchas de las vías de escalada de la conocida escuela de Clavijo.


Al rato bajamos a Logroño para comer cada uno en nuestra casa y con una buenísima sensación tanto por el ejercicio realizado como por los nuevos parajes visitados.

Te puede interesar:
Info. Monasterio de San Prudencio =
link.
Info. Castillo de Clavijo = link.

RUTA CIRCULAR AL MONTE LATURCE (GPS)
Distancia recorrida = 6,7 kilómetros.

Desnivel acumulado= 325 m.
Tiempo invertido = 2:57 horas en marcha; 1:26 parados.
Material = Ninguno.
Dificultad = Moderada (pendientes elevadas).

Track GPS = Circular al Monte Laturce.

Escuela de escalada de Clavijo = en la pared de debajo del castillo. Bibliografía: "Escalada en La Rioja" y "Guía de escalada en Clavijo". Revista Desnivel (link).


sábado, 18 de diciembre de 2010

Parque Natural de Ordesa (y III)

Lunes
Ese día tocaría madrugar otra vez... algunos más que a otros. Y si no que se lo digan a mi compi de cuarto al que desperté una hora antes de lo acordado (y casi hora y media antes que los más perezosos) por un malentendido a la hora de programar la alarma. Un malentendido entre mi móvil y yo, claro está.
El plan de la mañana no era excesivamente ambicioso en lo relativo a esfuerzo físico, pero si se antojaba espectacular en cuanto a las vistas. Aunque no precisábamos mucho tiempo para llevarlo a cabo, teníamos que hacer las maletas para marchar justo después de comer, de ahí el levantarnos a las 8:00 de la mañana... o antes.
Nuestra intención era visitar Tella y hacer una pequeña ruta a pie hasta las ermitas que hay en las proximidades de la Punta d'as Bruixas.
El cielo parecía haberse aliado con nosotros cuando salimos de las casas, pero al poco de emprender la marcha con los coches, comenzamos a ver lo que realmente nos aguardaba.

Aunque la imagen era preciosa, las expectativas de encontrar tiempo favorable desaparecían velozmente.

A medida que íbamos ganando altura para superar los más de 600 metros de desnivel para llegar al pueblo, más claro lo teníamos, o mejor dicho, más oscuro. Como resultado de la ascensión conseguimos poco más que un lavado natural de los vehículos. Apenas anduvimos 10 minutos entre los primeros edificios de la villa antes de desistir y volver a bajar en busca de una climatología más amable, como la que habíamos dejado atrás y hacia la que volvíamos.

Lo más lógico, y lo más rápido dado que no contábamos con demasiado tiempo, era volver a Aínsa y ver los detalles que la oscuridad de la noche anterior no nos había dejado apreciar.
Dejamos los coches en el parking del castillo y acometimos la visita en dirección opuesta a la de la ocasión precedente.

Anduvimos por el interior de esta fortificación románica del siglo XI y recorrimos su perímetro por la parte alta de sus murallas. Desde esa altura las vistas sobre la parte más nueva de la ciudad aportarían una clara ventaja estratégica en la época en que fue construido.

Apostados en el otro lado del castillo, observamos la tormenta a lo lejos y los colores que producía la lluvia al paso de la luz por sus millones de gotas.

Lo recorrimos entero, conociendo todos sus rincones y observando todos sus detalles. Intentando comprender la vida entre esas paredes en los tiempos en que fue algo más que una mera atracción turística.

Después de un buen rato imaginando y cuando ya empezaba a mojarnos la lluvia que se acercaba, nos acercamos a la plaza a tomar algo antes de irnos a comer.

Fue un refrigerio rápido a la espera de que escampara y que nos hubiera gustado poder prolongar de forma indefinida, dando continuidad a unas buenas minivacaciones. Pero todo tiene un final y al rato nos levantamos de las sillas y paseamos lentamente por las calles de vuelta a los coches.

Mientras hacíamos las maletas y recogíamos todos los trastos que habíamos llevado, Carlos nos preparó una comida digna de mención: unos macarrones con tomate para chuparse los dedos.
Sería la guinda para un fin de semana en el que hubo mucho que disfrutar.

martes, 14 de diciembre de 2010

Parque Natural de Ordesa (II)

Domingo
Tras someternos a unas reparadoras duchas calientes al llegar a casa el día anterior, engullir nuestra buena ración de proteínas e hidratos de carbono para cenar y jugar una interesante partida de póquer, nos metimos de lleno con una de las actividades que más nos apetecía a todos en ese momento: dormir como campeones.
Esa fue una mañana para no madrugar después de la buena sesión de caminar que nos dimos el día anterior. Nos fuimos levantando sin prisa, de modo remolón y con aire cansino quién más, quién menos. Tal era nuestra poco entusiasmo por hacer algo físico que acabamos jugando otra timba (que aprovecharé para apuntar que gané nuevamente).
A mediodía ya empezamos a mover nuestros cuerpos fuera de la casa y las cómodas sillas con las que estábamos empezando a tener simbiosis. Y lo hicimos con el noble objetivo de hacer una parrillada para comer. Y en vista de que el asador se hayaba ocupado en ese momento incluso nos atrevimos a abandonar los límites de la parcela para estirar las piernas dando un paseo y haciendo algo de hambre para la hora de comer.
No mucho después llegaba nuestro turno y empezamos a llenar la parrilla mientras nos acomodábamos junto al fuego.

Tiempo hubo hasta de hacer nuevos amigos que se me antoja se movían por impulsos más primitivos que la pura solidaridad.


Como siempre en estos casos, el hambre y las salivación crece de forma directamente proporcional al tueste de la carne y la presencia de los olores a tostado. Esto es lo mejor, y lo imperdonable, de cada viaje siempre que se dispone de chimenea, asador o permiso para hacer fuego.

Convenientmente acompañadas las chuletas y demás carnes de unas verduras a la plancha y regadas con un buen vino, pasamos un buen rato llenando la panza. Hay que darse caprichos gastronómicos de vez en cuando y no hay otro como el que procede de cocinar al fuego o a la brasa.
Pasamos gran parte de la tarde en casa hablando y riendo hasta cerca de las 18:00 cuando algunos salimos a dar una pequeña vuelta por los alrededores de  Ceresa. Una caminata corta pero fructífera ya que descubrimos un pequeño rocódromo en roca a escasos 600 metros del pueblo. Con más de una veintena de vías equipadas y factible de practicar en búlder por las cotas bajas, no pudimos disfrutarlo por encontrarse bastante mojado por las lluvias caídas esos días.
Al caer la noche decidimos acercarnos a ver el pueblo de Aínsa antes de cenar. Aparcamos por el centro del pueblo y, tras preguntar en la Oficina de turismo, nos encaminamos hacia la parte alta del mismo donde se encuentra la Plaza Mayor.

Esta parte del municipio aparece muy cuidada y claramente orientada al sector servicios por su interés turístico. Las luces y la piedra de los edificios ofrecen unas bellas estampas.

Sin desmerecer a los objetos típicos que han dado el salto a una vida menos sufrida y más estética.

Al poco de entrar en la parte más antigua del pueblo, encontramos un establecimiento que convidaba a frutos secos y vino caliente a los transeúntes interesados.

Continuamos nuestro camino ascendente con la iglesia parroquial de Santa María delante de nosotros.

De estilo románico y acabada en el siglo XII, presenta una singular torre por su elevada altura, inusual en el románico aragonés, y por las saeteras desarrolladas para su defensa.

Nos encontramos ya en la antesala de la Plaza Mayor, en la pequeña plazoleta adyacente a la iglesia.

Ya en el destino nos dedicamos a callejear un poco sin rumbo claro y después tomamos unas cervezas en un bar sin humos para salvaguardar los pulmones de la más chiqui del grupo: Claudinha.
Enseguida volveríamos a deshacer lo andado para coger los coches de vuelta a casa.

Nuevamente esa noche después de la cena, nos volverían a dar las tantas entre palabrerías, juegos y carcajadas.