Después de las ganas con las que nos quedamos el año pasado cuando fuimos a pasear por la foz de Lumbier y nos bañamos por la tarde en el río Salazar, este verano era visita obligada para nosotros recorrer la foz de Arbayún por el interior. Varias horas, entre 4 y 5 según diferentes fuentes consultadas, caminando por rocas o nadando por el río entre paredes verticales es algo que atrae a cualquiera... y nos atrajo.
El plan era pasar la noche del viernes en el camping Iturbero que ya habíamos visitado el año pasado (y contado en JonyMao Travel) y madrugar un poco para entrar pronto al río y poder estar de vuelta el sábado a media tarde, ya que yo tenía cena familiar. Para poder hacerlo teníamos que ir en dos tandas porque Pachi salía de trabajar cerca de las 22:00 y se nos hacía demasiado tarde para registrarnos en el camping.
A media tarde Berta nos comunicaba que su autobús llevaba media hora de retraso (ella venía desde Madrid) lo que significaba que no estaría en Logroño antes de la hora en que ya debíamos estar llegando al camping. Finalmente, Eva y yo hicimos la avanzadilla, y Berta y Guiller iban en el segundo coche con Pachi.
El camino fue mejor aún de lo que esperaba: autovía hasta Pamplona y desde allí también autovía hasta la salida de Sangüesa, ya que la construcción de la A-21 ha alcanzado ya este punto. En no mucho tiempo el viaje a Jaca para esquiar va a ser un camino de rosas.
Mientras nosotros montábamos la tienda y dejábamos lista la furgo, los otros 3 se perdían un par de veces y se metían en un área de frenado de emergencia que hay poco antes de llegar a la mencionada salida de la autovía.
Era la 1:00 de la madrugada cuando llegaban al camping así que cenamos y charlamos un poco antes de acostarnos cerca de las 2:30, haciendo que madrugar al día siguiente aún resultase más duro.
Pero lo hicimos. Nos levantamos cerca de las 9:00 de la mañana, sin que diese mucho tiempo a remolonear en la cama. Primera noche en camping de Berta, que durmió en la furgo relativamente bien. Los chicos, en la tienda, ya tenemos costumbre y pudimos descansar.
Desayunamos batidos, yogurt, fruta y algún bollo mientras íbamos yendo a asearnos poco a poco y cada cual a su ritmo. Como no volveríamos a pisar el camping recogimos todos los zarrios y nos fuimos a tomar un café en el Hotel Iru-Bide, ya en las afueras de Lumbier en la NA-150. La dosis de cafeína se haría necesaria.
Ya con ganas, nos dirigimos hacia nuestra particular aventura, pasando primero por el pueblo de Usún para dejar la furgoneta en el parking que hay a la entrada del pueblo. Debido a la longitud del tramo de río que se recorre, se hace necesaria la combinación de vehículos y este es el punto del final del recorrido. Con el coche seguimos hacia Iso por la NA-178, en la que se deja el vehículo de cabecera, en un pequeño área ajardinada junto al río.
NOTA: es un lugar en el que se desaconseja dejar el coche por la presencia de amantes de lo ajeno. Otra posibilidad es dejarlo en el mirador de la Foz de Arbayún.
Nos vestimos adecuadamente (bañadores, camisetas y zapatillas de deporte) y preparamos nuestras mochilas con lo necesario para las 4-5 horas previstas de caminata: agua, fruta, barritas y chocolate,... y nos dirigimos al puente del Bigüezal desde el que accederíamos al río por primera vez.
En ese punto empezamos a mojarnos los pies, al tiempo en que las chicas preguntaban incrédulas si había que meterse ya en el río. Riendo les contestamos que por supuesto, pero que sería solo por tramos... ninguno imaginábamos lo que nos depararían las horas siguientes.
El comienzo resulta más o menos cómodo, permitiendo caminar sin problemas por un fondo de cantos rodados de un tamaño suficiente para no dificultar en exceso el caminar y con una profundidad que dejaba el agua por debajo de las rodillas.
El agua tiene una temperatura muy agradable que permite hacer el recorrido perfectamente en bañador, sin necesidad de utilizar neopreno. La mañana se presentó bastante soleada y avanzar por el río resultaba refrescante, a una hora a la que ya empezaba a hacer bastante calor.
Buscando acelerar la marcha en estos primeros metros tan faltos de alicientes, recurrimos a pequeñas sendas que en ocasiones se abrían paso entre la vegetación de las orillas. Aunque existen puntos mas laboriosos de franquear, el camino por terreno seco y más o menos firme permite avanzar más rápido y de un modo menos cansado.
A apenas 400 metros de nuestra entrada en el cauce del río, éste empezó a ganar profundidad, ralentizando el paso y provocando las típicas guerras de agua mirando quién tiraba a quién. Fue la primera prueba de cómo se podrían comportar las mochilas que llevábamos, a lo largo de toda la jornada, exámen que superaron de forma más que aceptable.
Unos metros más adelante de esta foto decidimos guardar las cámara en el recipiente estanco y seguir a nado por primera vez. Suponía la llegada hasta el primer tramo realmente entre paredes y nos obligó a bracear durante 4 ó 5 minutos hasta volver a pisar el suelo.
Es un buen recuerdo el que me queda de ese momento, nadando lentamente por el río casi sin ruidos propios de la civilización acompañado de grandes árboles a los costados. Nadie pensaba en nosotros allí y nosotros nos pensábamos en nadie fuera de allí, básicamente nos centrábamos en nadar sintiendonos parte del entorno, como si fuéramos parte de la fauna del lugar.
Hicimos una breve parada para un primer bocado y continuamos adelante, primero por terreno seco y después, ya entrando en la foz propiamente dicha, de nuevo a nado.
Si el tramo a nado con los bosques a ambos lados resultaba relajante, repetirlo con paredes de piedra haciendo las veces de orilla, multiplicaba por dos esa sensación a la par que empezaba a meterte el vertigo de la emoción en la boca del estómago.
Esta parte más cerrada da paso al tramo central del recorrido, el más largo y también el más abierto pero no por ello menos bello. A esta altura se puede ver en lo alto del acantilado de nuestra derecha el mirador de la foz, un punto muy recomendable para la observación de aves rapaces.
Llevábamos cerca de 2 horas en el agua, merced a un ritmo tranquilo al que la altura del agua obligaba y a un par de paradas para disfrutar en los pequeños saltos que podíamos encontrar por el camino.
Durante mucho tiempo dejamos todos los bártulos guardados a buen resguardo del agua, mientras proseguíamos alternando los avances a pie, a nado e incluso a rastras, en los lugares en que el nivel del río era insuficiente para nadar pero demasiado para avanzar a pie con buen ritmo.
Pero seguíamos avanzando sin que hubiera ninguna prueba de que el recorrido llegase a su fin. Eva y yo conocíamos el punto en el que acaba la ruta, pero no podíamos asegurar la distancia que quedaba hasta él.
Pasaron otro par de horas en las que continuamos como al principio, intentando coger un ritmo ligero pero que se pudiera mantener por todos y haciendo breves paradas para comer. A esas alturas el asombro por la belleza de los paisajes empezaba a retraerse dando parso a la inseguridad por el desconocimiento de cuánto nos restaba para llegar.
A medida que iban pasando las horas (y sumábamos ya más de seis) los nervios y la ansiedad se abrían paso en el ánimo de todos nosotros y afectaban a nuestro comportamiento minando nuestras fuerzas.
La última hora y media, hasta un total de ocho horas de caminata, se complicaron por el cansancio acumulado y, sobre todo, por la mencionada inquietud de no conocer el punto en el que nos hallábamos y a qué distancia estábamos de nuestra meta. No teníamos miedo porque era evidente que si no llegábamos antes llegaríamos después, pero se respiraba la tensión del que se siente perdido.
Ya entrados en el segundo cañón, que ocupa los últimos metros del recorrido, las fuerzas se encontraban bastante bajas, sobre todo en el caso de las chicas. Debido al caudal existente los tramos a nado se hacían largos, encadenando en determinados puntos más de 150 metros con el único descanso del apoyo en las paredes de roca de la orilla.
Es en esta zona donde se encuentra el punto más peligroso del descenso. Se trata de una presa que puede generar sifón y que nosotros encontramos de tal modo que el paso por debajo de la misma suponía llevar únicamente la cabeza fuera del agua y casi tocando con la cara inferior del hormigón. El desconocimiento de cómo se encontraba el agua en ese punto nos hizo sortearlo por encima, para lo cual hubimos de tirar de nuestros nulos conocimientos de escalada para hacer una pequeña trepada por el lateral izquierdo.
Poco después, haciendo otro par de tramos nadando y después de siete horas y media, llegamos al puente que conduce a la ermita de San Pedro y que marca el final del descenso.
Una vez estuvimos fuera del agua, las sensaciones dieron un vuelco hacia una alegría rebosante y una gran excitación por haber conseguido vencer en esa pequeña gran prueba (para nosotros). Salieron a relucir los pensamientos que cada uno había ido teniendo durante la caminata, como el ir en busca de ayuda para salir del cañón o estudiar posibles refugios para hacer noche en caso de que se fuera el sol.
Extenuados y hambrientos, pero altamente satisfechos, convinimos en que nos merecíamos una cena en condiciones, así que en el camino de vuelta a Logroño, hicimos una breve escala en Lumbier para comernos unos bocadillos y unos platos combinados en un bar del que no recuerdo el nombre, pero sí que se encontraba en una callejuela sin salida perpendicular a la calle Mayor.
Y tras saciar el hambre y la sed, mientras veíamos el Uruguay-Alemania, volvimos a casa con ganas de un reparador descanso en los brazos de Morfeo.
Te puede interesar:
Camping Iturbero = 40€ para 5 personas, parcela, furgo y electricidad.
RUTA
Distancia recorrida = 6 Km.
Tiempo invertido = 7:30 h (depende mucho del caudal).
Material = ninguno.
Dificultad = baja (depende del caudal).
Centro de Interpretación de las foces = Plaza Mayor s/n, 31440 Lumbier (948 880 874).
El plan era pasar la noche del viernes en el camping Iturbero que ya habíamos visitado el año pasado (y contado en JonyMao Travel) y madrugar un poco para entrar pronto al río y poder estar de vuelta el sábado a media tarde, ya que yo tenía cena familiar. Para poder hacerlo teníamos que ir en dos tandas porque Pachi salía de trabajar cerca de las 22:00 y se nos hacía demasiado tarde para registrarnos en el camping.
A media tarde Berta nos comunicaba que su autobús llevaba media hora de retraso (ella venía desde Madrid) lo que significaba que no estaría en Logroño antes de la hora en que ya debíamos estar llegando al camping. Finalmente, Eva y yo hicimos la avanzadilla, y Berta y Guiller iban en el segundo coche con Pachi.
El camino fue mejor aún de lo que esperaba: autovía hasta Pamplona y desde allí también autovía hasta la salida de Sangüesa, ya que la construcción de la A-21 ha alcanzado ya este punto. En no mucho tiempo el viaje a Jaca para esquiar va a ser un camino de rosas.
Mientras nosotros montábamos la tienda y dejábamos lista la furgo, los otros 3 se perdían un par de veces y se metían en un área de frenado de emergencia que hay poco antes de llegar a la mencionada salida de la autovía.
Era la 1:00 de la madrugada cuando llegaban al camping así que cenamos y charlamos un poco antes de acostarnos cerca de las 2:30, haciendo que madrugar al día siguiente aún resultase más duro.
Pero lo hicimos. Nos levantamos cerca de las 9:00 de la mañana, sin que diese mucho tiempo a remolonear en la cama. Primera noche en camping de Berta, que durmió en la furgo relativamente bien. Los chicos, en la tienda, ya tenemos costumbre y pudimos descansar.
Desayunamos batidos, yogurt, fruta y algún bollo mientras íbamos yendo a asearnos poco a poco y cada cual a su ritmo. Como no volveríamos a pisar el camping recogimos todos los zarrios y nos fuimos a tomar un café en el Hotel Iru-Bide, ya en las afueras de Lumbier en la NA-150. La dosis de cafeína se haría necesaria.
Ya con ganas, nos dirigimos hacia nuestra particular aventura, pasando primero por el pueblo de Usún para dejar la furgoneta en el parking que hay a la entrada del pueblo. Debido a la longitud del tramo de río que se recorre, se hace necesaria la combinación de vehículos y este es el punto del final del recorrido. Con el coche seguimos hacia Iso por la NA-178, en la que se deja el vehículo de cabecera, en un pequeño área ajardinada junto al río.
NOTA: es un lugar en el que se desaconseja dejar el coche por la presencia de amantes de lo ajeno. Otra posibilidad es dejarlo en el mirador de la Foz de Arbayún.
Nos vestimos adecuadamente (bañadores, camisetas y zapatillas de deporte) y preparamos nuestras mochilas con lo necesario para las 4-5 horas previstas de caminata: agua, fruta, barritas y chocolate,... y nos dirigimos al puente del Bigüezal desde el que accederíamos al río por primera vez.
En ese punto empezamos a mojarnos los pies, al tiempo en que las chicas preguntaban incrédulas si había que meterse ya en el río. Riendo les contestamos que por supuesto, pero que sería solo por tramos... ninguno imaginábamos lo que nos depararían las horas siguientes.
El comienzo resulta más o menos cómodo, permitiendo caminar sin problemas por un fondo de cantos rodados de un tamaño suficiente para no dificultar en exceso el caminar y con una profundidad que dejaba el agua por debajo de las rodillas.
El agua tiene una temperatura muy agradable que permite hacer el recorrido perfectamente en bañador, sin necesidad de utilizar neopreno. La mañana se presentó bastante soleada y avanzar por el río resultaba refrescante, a una hora a la que ya empezaba a hacer bastante calor.
Buscando acelerar la marcha en estos primeros metros tan faltos de alicientes, recurrimos a pequeñas sendas que en ocasiones se abrían paso entre la vegetación de las orillas. Aunque existen puntos mas laboriosos de franquear, el camino por terreno seco y más o menos firme permite avanzar más rápido y de un modo menos cansado.
A apenas 400 metros de nuestra entrada en el cauce del río, éste empezó a ganar profundidad, ralentizando el paso y provocando las típicas guerras de agua mirando quién tiraba a quién. Fue la primera prueba de cómo se podrían comportar las mochilas que llevábamos, a lo largo de toda la jornada, exámen que superaron de forma más que aceptable.
Unos metros más adelante de esta foto decidimos guardar las cámara en el recipiente estanco y seguir a nado por primera vez. Suponía la llegada hasta el primer tramo realmente entre paredes y nos obligó a bracear durante 4 ó 5 minutos hasta volver a pisar el suelo.
Es un buen recuerdo el que me queda de ese momento, nadando lentamente por el río casi sin ruidos propios de la civilización acompañado de grandes árboles a los costados. Nadie pensaba en nosotros allí y nosotros nos pensábamos en nadie fuera de allí, básicamente nos centrábamos en nadar sintiendonos parte del entorno, como si fuéramos parte de la fauna del lugar.
Hicimos una breve parada para un primer bocado y continuamos adelante, primero por terreno seco y después, ya entrando en la foz propiamente dicha, de nuevo a nado.
Si el tramo a nado con los bosques a ambos lados resultaba relajante, repetirlo con paredes de piedra haciendo las veces de orilla, multiplicaba por dos esa sensación a la par que empezaba a meterte el vertigo de la emoción en la boca del estómago.
Esta parte más cerrada da paso al tramo central del recorrido, el más largo y también el más abierto pero no por ello menos bello. A esta altura se puede ver en lo alto del acantilado de nuestra derecha el mirador de la foz, un punto muy recomendable para la observación de aves rapaces.
Llevábamos cerca de 2 horas en el agua, merced a un ritmo tranquilo al que la altura del agua obligaba y a un par de paradas para disfrutar en los pequeños saltos que podíamos encontrar por el camino.
Durante mucho tiempo dejamos todos los bártulos guardados a buen resguardo del agua, mientras proseguíamos alternando los avances a pie, a nado e incluso a rastras, en los lugares en que el nivel del río era insuficiente para nadar pero demasiado para avanzar a pie con buen ritmo.
Tanto se repetía ésta última opción que llegamos a la mitad del recorrido, marcado por una cabaña a mano derecha, cuando ya habían pasado más de 3 horas desde el comienzo. No nos parecía mucho pero, y he aquí nuestro error, no sabíamos en qué punto nos encontrábamos ni cuánto nos quedaba por delante.
Es precisamente ese punto donde se puede acceder al único escape que hay del cañón, la fuente de la Canaleta.
Como nuestra teoría contemplaba incluso las 5 horas de duración, seguimos adelante sin demasiada preocupación. Eran las 15:00 y no parecía que hubiera ningún problema aparte de la aparición de los primeros síntomas de cansancio, cosa que, por otro lado, no suponía nada raro al encontrarnos desempeñando una actividad física.Es precisamente ese punto donde se puede acceder al único escape que hay del cañón, la fuente de la Canaleta.
Pero seguíamos avanzando sin que hubiera ninguna prueba de que el recorrido llegase a su fin. Eva y yo conocíamos el punto en el que acaba la ruta, pero no podíamos asegurar la distancia que quedaba hasta él.
Pasaron otro par de horas en las que continuamos como al principio, intentando coger un ritmo ligero pero que se pudiera mantener por todos y haciendo breves paradas para comer. A esas alturas el asombro por la belleza de los paisajes empezaba a retraerse dando parso a la inseguridad por el desconocimiento de cuánto nos restaba para llegar.
A medida que iban pasando las horas (y sumábamos ya más de seis) los nervios y la ansiedad se abrían paso en el ánimo de todos nosotros y afectaban a nuestro comportamiento minando nuestras fuerzas.
La última hora y media, hasta un total de ocho horas de caminata, se complicaron por el cansancio acumulado y, sobre todo, por la mencionada inquietud de no conocer el punto en el que nos hallábamos y a qué distancia estábamos de nuestra meta. No teníamos miedo porque era evidente que si no llegábamos antes llegaríamos después, pero se respiraba la tensión del que se siente perdido.
Ya entrados en el segundo cañón, que ocupa los últimos metros del recorrido, las fuerzas se encontraban bastante bajas, sobre todo en el caso de las chicas. Debido al caudal existente los tramos a nado se hacían largos, encadenando en determinados puntos más de 150 metros con el único descanso del apoyo en las paredes de roca de la orilla.
Es en esta zona donde se encuentra el punto más peligroso del descenso. Se trata de una presa que puede generar sifón y que nosotros encontramos de tal modo que el paso por debajo de la misma suponía llevar únicamente la cabeza fuera del agua y casi tocando con la cara inferior del hormigón. El desconocimiento de cómo se encontraba el agua en ese punto nos hizo sortearlo por encima, para lo cual hubimos de tirar de nuestros nulos conocimientos de escalada para hacer una pequeña trepada por el lateral izquierdo.
Poco después, haciendo otro par de tramos nadando y después de siete horas y media, llegamos al puente que conduce a la ermita de San Pedro y que marca el final del descenso.
Una vez estuvimos fuera del agua, las sensaciones dieron un vuelco hacia una alegría rebosante y una gran excitación por haber conseguido vencer en esa pequeña gran prueba (para nosotros). Salieron a relucir los pensamientos que cada uno había ido teniendo durante la caminata, como el ir en busca de ayuda para salir del cañón o estudiar posibles refugios para hacer noche en caso de que se fuera el sol.
Extenuados y hambrientos, pero altamente satisfechos, convinimos en que nos merecíamos una cena en condiciones, así que en el camino de vuelta a Logroño, hicimos una breve escala en Lumbier para comernos unos bocadillos y unos platos combinados en un bar del que no recuerdo el nombre, pero sí que se encontraba en una callejuela sin salida perpendicular a la calle Mayor.
Y tras saciar el hambre y la sed, mientras veíamos el Uruguay-Alemania, volvimos a casa con ganas de un reparador descanso en los brazos de Morfeo.
Te puede interesar:
Camping Iturbero = 40€ para 5 personas, parcela, furgo y electricidad.
RUTA
Distancia recorrida = 6 Km.
Tiempo invertido = 7:30 h (depende mucho del caudal).
Material = ninguno.
Dificultad = baja (depende del caudal).
Centro de Interpretación de las foces = Plaza Mayor s/n, 31440 Lumbier (948 880 874).
Si es que no puede ser que vayáis sin información a lugares como esos!!! jajaja Aunque he de confesar que a nosotros nos ha pasado en varias ocasiones.
ResponderEliminarRecuerdo en Austria haciendo una ruta de 6 horas por alta montaña, y subiendo a través de grutas bastantes heavys, nos acojona.....s vivos, por que no sabíamos como volveríamos a la auto!!! Y teníamos claro, que no hubiéramos aguantado otras 6 horas de vuelta por aquellos andurriales!
Peo al final tuvimos suerte y pudimos volver en un autobus que salia cada hora.
Tenemos que ser conscientes de que hay que preparar a conciencia los treckings, aunque a veces pensemos que mas o menos todos los iguales.
A parte de eso, me ha gustado mucho leeros y vivir las sensaciones que habéis vivido a través de esta bonita ruta.
Que ganas tenemos ya de fugarnos!!!!! Que largoooooooooo y pesadoooooooo se hace la espera cuando tienes tantas ganas de salir pitando! jaja
Saludetes jOny.
Tienes toda la razón, y tengo que decir que es de las pocas veces que no me he preparado prácticamente nada. Ahora ya salgo con cartografía de la zona para cualquier cosilla que hagamos.
ResponderEliminarDe todos modos bastante peor lo vuestro en Austria, ¡eh! Que te quedas allá y no vuelves jejeje.
Venga majos, ánimo que no os queda nada. Ni a mí para leer la crónica jajaja
Un saludo
Po zi!!! Pero la culpa fue de los Austriacos, que nos dieron una mierdecilla de plano y nos dijeron "ala apañaros". Pero ciertamente no es excusa.
ResponderEliminarLo dicho, a pasarlo bien!!! y a gastar poco, que estamos en crisis ; .)
Sal2